Un asesino en serie que se hace llamar "la mano de Dios" está sembrando el terror en la localidad y las autoridades son incapaces de identificarle. La selección de sus víctimas al azar provoca que la investigación entre en punto muerto. En ese momento la polícia recibe la visita de una persona que asegura conocer la identidad del asesino en serie.

El debut como director de largometrajes del actor Bill Paxton fue toda una sorpresa para los amantes del cine de terror. "Escalofrío" fue un film de factura clásica con momentos de grandes sobresaltos y tensión, que dejaba un halo turbador por sus posibles lecturas. Realista aun dentro de un clima de opresión y densidad creciente, "Escalofrío" no es un film de terror en sentido estricto. Su calculada ambigüedad inicial, su eficaz uso de la elipsis y la ausencia de estridencias en su ritmo narrativo, lo sitúan más bien en el "psycho-killer", pero la inquietante serenidad del padre introduciendo la necesidad de las matanzas a sus hijos, invitándoles a que se unan en su “destino”, produce un impacto y un horror que supera los clichés del género, desmarcándose de los cánones reinantes en taquilla y consiguiendo una pieza de autor concebida para paladares selectos, capaces de apostar por una filosofía del miedo en el polo opuesto del susto fácil y las tramas evidentes que por desgracia tanto abundan en nuestras carteleras.

El resultado es un film que recupera la mejor tradición de los cuentos de terror, de las espeluznantes historias creíblemente posibles a la vuelta de la esquina, situando en primer término, de forma natural, la barrera que separa la razón de la locura a través de la historia de este hombre-monstruo iluminado por un dios genuinamente bíblico.

"Escalofrío" se podría calificar como uno de los más singulares thrillers rodados por el cine norteamericano en este nuevo milenio. Un film que no pretende explicar razones, ni analizar causas, sino simplemente mostrar, de forma sencilla, humilde y clara, un “y si…” que pone la piel de gallina.