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Voto de Jordirozsa:
7
4,5
3.174
Thriller. Intriga
Michael Harding (Penn Badgley) regresa a casa de la escuela militar para encontrar a su madre (Seal Ward) felizmente enamorada y viviendo con su nuevo novio, David (Dylan Walsh). A medida que los dos hombres van conociéndose el uno al otro, Michael sospecha más y más del hombre que siempre está allí para ayudar. ¿Es realmente el hombre perfecto para su madre o podría David estar escondiendo un lado oscuro? Remake de la película de ... [+]
29 de septiembre de 2021
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está bastante claro que, en la historia de la literatura, el cine, el teatro… toda forma de expresión cultural i artística, cualquier apelativo familiar que acabe en el sufijo “-astro” tiene mala papeleta por lo que respecta a la figura que lo encarna. No hay más que echar una simple ojeada a los cuentos populares que nos contaban de pequeños, para que padrastros, madrastras y hermanastros/as (“La Cenicienta”, “Blancanieves”… ) fueran sinónimo de terror.
“The Stepfather” (2009), echa mano de este arquetipo ancestral para crear una historia que clasifican tanto en la categoría del “thriller”, como en el del “terror”, pues combina elementos característicos de ambas especies. Otra versión del cuento que tenemos en nuestro imaginario colectivo (y con el que Nelson McCormick intentará sintonizar), de la feliz y apacible (o no tanto, lo dejaremos en lo estándar de clase media de la época) familia en la que entra a formar parte un nuevo miembro.
Reviste algunas características de los telefilmes de fin de semana a los que nos tienen acostumbrados las televisiones públicas, privadas… y ahora ya también las plataformas distribuidoras como Netflix, aunque con renovaciones, actualizaciones y mejoras técnicas y de formato. Sin embargo, este film de hora y tres cuartos fue estrenado en cines para atraer, asustar y emparanoiar a un perfil de público adolescente, o bien de esa franja de edad, pasados los cuarenta, de personas que se embarcan por primera vez en la aventura de formar una familia, o lo(a)s que están en fase de reconstituirla, pues estamos hablando de una época en la que ya es harto frecuente la dinámica de separaciones y segundas relaciones que vienen después de éstas, o como consecuencia, por desgracia, de una pérdida.
Después, el lanzamiento en DVD, en la televisión y en las redes, hacen de la cinta un producto para ser visto en familia, puesto que es enorme la posibilidad de establecer procesos de identificación con la historia, excepto para los más peques, a los que no es cuestión de conmocionar con tal relato.
Patrick Cady encuadra el set básicamente en el escenario del hogar donde va a suceder todo, con fugaces escapadas en algún que otro escenario de la cuotidianidad de la vida rutinaria de los personajes principales, en donde también encontramos el ámbito de algunos de los secundarios. A medida que avanza el stream narrativo, las escenas diurnas dan paso a la luz nocturna, y el ambiente penumbroso, en lo que se refiere a iluminación, acapara el último tramo, culminando con el archiclásico escenario de tormenta que se desata en la noche del clímax final, coincidiendo con la no menos borrascosa batalla por la supervivencia, que librarán los Harding.
Domina el uso del juego de primeros planos; al principio, para ir conociendo a todos los personajes, de los que se hace hablar principalmente a su expresión, más que lo que pueden llegar a decir unos diálogos carentes de la trascendencia que tienen las miradas, los gestos, y todo lo que comunica la proxémica y la paralingüística de los personajes, incluídos los rituales en los que se visan algunas escenas: comidas, el brindis de David, el padrastro con Michael; la charla de Michael sentado en su cama, antes de acostarse, con su madre; las escenas de Michael con su novia Kelly (la mayoría en la piscina, y casi siempre bajo la sombría mirada de David, que no sabemos bien hasta qué punto es de temor a ser descubierto o de celos…); la violenta forma en la que David obliga al pequeño Sean a dejar la “play”;… de todo ello, la cámara da buena cuenta desde la proximidad, y además con un contínuo movimiento de planos que se van sucediendo a una velocidad mucho más rápida a medida que nos acercamos al final, para contribuir así a augmentar el desasosiego en la audiencia.
La banda sonora de Charlie Clouser, combina varios temas de rock, y algún que otro estilo pop, como música diegética (por ejemplo, la que escucha Michael con los auriculares en la cama), y de la que se hizo recopilación de trece temas para su lanzamiento en CD. Cosa que no, con la partitura de música incidental de orquesta, que en segundo plano va metiéndose de forma muy sinuosa en el fondo del avance de las escenas, hasta acoplarse con sus motivos y ritmo al frenético ritmo de la acción, en sincronía con esta.
La constelación de personajes tiene en su cúspide jerárquica a David (Dylan Walsh) y a Michael (Penn Badgley). En realidad, ellos dos forman el auténtico dúo protagonista-antagonista, que se configura claramente ya desde el principio con el regreso del chaval a casa, después de pasar un tiempo en una academia militar.
Susan (Sela Ward) y la chica del mozo (Amber Heard), que en el fondo se disputará con el villano el puesto de galán, tal y como está planteado el esquema expositivo del filme, estarían de apoyo, por debajo de lo que destacarán los dos hombres, en la implícita pelea de gorilas de espalda plateada que se vislumbra.
El resto de secundarios sirve a rellenar los diferentes espacios y momentos incidentales en los que discurre la vida de todos ellos (el padre de Michael, Sean, la señora vecina de enfrente con sus gatos, la hermana de Susan… ), y también para que se puedan dar los toques de “slasher” que necesita Walsh para causar el debido terror, ya que no basta con su presencia y su actuación para asustarnos. Por lo menos, personalmente, lo tengo tan encasquetado en su papel en la serie “Nip&Tuck” (2003), que se me antoja forzado su intento para parecer lo “malo” que debería. No quiero desmerecer su trabajo, que seguro que el hombre se esfuerza, pero claramente en este rol yo habría contado sin pestañear con el gran Tom Berenger (“La Noche de los Cristales Rotos”, 1991; “El Sustituto”, 1996; “Nido de Cuervos”, 1999…), quien seguramente habría hecho un papelazo. O con el ya desaparecido Rutger Hauer, también ideal para este tipo de personaje, pero me temo que en este caso (en 2009 ya contaba con 65 años), habría parecido el “abuelastro”.
“The Stepfather” (2009), echa mano de este arquetipo ancestral para crear una historia que clasifican tanto en la categoría del “thriller”, como en el del “terror”, pues combina elementos característicos de ambas especies. Otra versión del cuento que tenemos en nuestro imaginario colectivo (y con el que Nelson McCormick intentará sintonizar), de la feliz y apacible (o no tanto, lo dejaremos en lo estándar de clase media de la época) familia en la que entra a formar parte un nuevo miembro.
Reviste algunas características de los telefilmes de fin de semana a los que nos tienen acostumbrados las televisiones públicas, privadas… y ahora ya también las plataformas distribuidoras como Netflix, aunque con renovaciones, actualizaciones y mejoras técnicas y de formato. Sin embargo, este film de hora y tres cuartos fue estrenado en cines para atraer, asustar y emparanoiar a un perfil de público adolescente, o bien de esa franja de edad, pasados los cuarenta, de personas que se embarcan por primera vez en la aventura de formar una familia, o lo(a)s que están en fase de reconstituirla, pues estamos hablando de una época en la que ya es harto frecuente la dinámica de separaciones y segundas relaciones que vienen después de éstas, o como consecuencia, por desgracia, de una pérdida.
Después, el lanzamiento en DVD, en la televisión y en las redes, hacen de la cinta un producto para ser visto en familia, puesto que es enorme la posibilidad de establecer procesos de identificación con la historia, excepto para los más peques, a los que no es cuestión de conmocionar con tal relato.
Patrick Cady encuadra el set básicamente en el escenario del hogar donde va a suceder todo, con fugaces escapadas en algún que otro escenario de la cuotidianidad de la vida rutinaria de los personajes principales, en donde también encontramos el ámbito de algunos de los secundarios. A medida que avanza el stream narrativo, las escenas diurnas dan paso a la luz nocturna, y el ambiente penumbroso, en lo que se refiere a iluminación, acapara el último tramo, culminando con el archiclásico escenario de tormenta que se desata en la noche del clímax final, coincidiendo con la no menos borrascosa batalla por la supervivencia, que librarán los Harding.
Domina el uso del juego de primeros planos; al principio, para ir conociendo a todos los personajes, de los que se hace hablar principalmente a su expresión, más que lo que pueden llegar a decir unos diálogos carentes de la trascendencia que tienen las miradas, los gestos, y todo lo que comunica la proxémica y la paralingüística de los personajes, incluídos los rituales en los que se visan algunas escenas: comidas, el brindis de David, el padrastro con Michael; la charla de Michael sentado en su cama, antes de acostarse, con su madre; las escenas de Michael con su novia Kelly (la mayoría en la piscina, y casi siempre bajo la sombría mirada de David, que no sabemos bien hasta qué punto es de temor a ser descubierto o de celos…); la violenta forma en la que David obliga al pequeño Sean a dejar la “play”;… de todo ello, la cámara da buena cuenta desde la proximidad, y además con un contínuo movimiento de planos que se van sucediendo a una velocidad mucho más rápida a medida que nos acercamos al final, para contribuir así a augmentar el desasosiego en la audiencia.
La banda sonora de Charlie Clouser, combina varios temas de rock, y algún que otro estilo pop, como música diegética (por ejemplo, la que escucha Michael con los auriculares en la cama), y de la que se hizo recopilación de trece temas para su lanzamiento en CD. Cosa que no, con la partitura de música incidental de orquesta, que en segundo plano va metiéndose de forma muy sinuosa en el fondo del avance de las escenas, hasta acoplarse con sus motivos y ritmo al frenético ritmo de la acción, en sincronía con esta.
La constelación de personajes tiene en su cúspide jerárquica a David (Dylan Walsh) y a Michael (Penn Badgley). En realidad, ellos dos forman el auténtico dúo protagonista-antagonista, que se configura claramente ya desde el principio con el regreso del chaval a casa, después de pasar un tiempo en una academia militar.
Susan (Sela Ward) y la chica del mozo (Amber Heard), que en el fondo se disputará con el villano el puesto de galán, tal y como está planteado el esquema expositivo del filme, estarían de apoyo, por debajo de lo que destacarán los dos hombres, en la implícita pelea de gorilas de espalda plateada que se vislumbra.
El resto de secundarios sirve a rellenar los diferentes espacios y momentos incidentales en los que discurre la vida de todos ellos (el padre de Michael, Sean, la señora vecina de enfrente con sus gatos, la hermana de Susan… ), y también para que se puedan dar los toques de “slasher” que necesita Walsh para causar el debido terror, ya que no basta con su presencia y su actuación para asustarnos. Por lo menos, personalmente, lo tengo tan encasquetado en su papel en la serie “Nip&Tuck” (2003), que se me antoja forzado su intento para parecer lo “malo” que debería. No quiero desmerecer su trabajo, que seguro que el hombre se esfuerza, pero claramente en este rol yo habría contado sin pestañear con el gran Tom Berenger (“La Noche de los Cristales Rotos”, 1991; “El Sustituto”, 1996; “Nido de Cuervos”, 1999…), quien seguramente habría hecho un papelazo. O con el ya desaparecido Rutger Hauer, también ideal para este tipo de personaje, pero me temo que en este caso (en 2009 ya contaba con 65 años), habría parecido el “abuelastro”.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Penn Badgley, sin brillar demasiado, saca adelante su actuación con mucha dignidad, favorecido por su incuestionable atractivo físico (está para comérselo), que Mc.Cormick se encarga de hacerle lucir, sin escatimar escenas en las que el muchacho aparece con el torso desnudo, ya sea en bañador o envuelto en una toalla, en la escena que sale de la ducha. Lo mismo con la novia que, igual que la mamá, a pesar de desempeñar la función de ramilletero crédulo, regaladas por sus respectivos maromos, no desentonan, ninguna de las dos en sus actuaciones.
El guión fulmina ya (incluso desde el tráiler) toda posible aura de misterio en la primera escena, en la que vemos al malvado David zamparse impasible una tostada con manteca de cacahuete, y un café, antes de abandonar la casa en la que dejará los cadáveres de una de sus mujeres presa, y de los varios hijos de ésta. Por lo tanto, ya desde un principio tenemos que asumir que no se trata en ningún caso del perfil de una película de terror en el sentido estricto de la palabra, aunque los “cazasustos” puedan encontrar ahí algún que otro chute de adrenalina (sobretodo cuando Michael descubre en el congelador del sótano el cadáver de su padre biológico, que había descubierto cosas de David y había tenido con él un encontronazo en una visita al domicilio, o bien cuando Michael después de la ducha, al abrir el cuarto de baño, se encuentra de morros con David, echándole una de esas miradas que matan).
El ritmo narrativo del script, marcha todo el rato, a mi modo de ver, sobre una especie de duelo entre el intruso, y el hijo mayor de los Harding. De hecho, ambos están a la par en la casa. Los dos son recién llegados; lo que uno representa que regresa, y el otro es completamente nuevo.
La tensión generada proviene de las sospechas de Michael, casi desde el principio, porque si para nosotros resulta inverosímil y hasta ridícula la forma que tiene David de entrarle, queriendo ganárselo a base de dádivas y lisonjas, tratándolo de forma estúpida y pueril, como si quisiera hacerle (y hacernos) creer que es suyo propio… más todavía lógico que al chaval se le disparen todas las alarmas.
El constante y progresivo clima de inquietud y desazón creciente que se transmite, viene provocado por el tanteo, forcejeo y finalmente hasta combate cuerpo a cuerpo, que no falte, que explica la lucha entre un joven por la supervivencia de sus queridos, y por la suya propia, y un enfermo mental que se ha colado en sus vidas, para realizar sus psicóticas fantasías. Todo ello, hasta llegar al apogeo final, expresado en el continuo de intuiciones de ambos, sospechas, desconfianzas y pesquisas, sin que ninguno de los dos llegue a saber qué piensa, cree o ha descubierto el otro.
Una refriega que parece terminar en tablas, en caerse los dos al vacío, quedando libres unos del chalado, y éste escapándose (recurso-licencia fílmica del malo duro de roer o de pelar, al estilo de Michael Mayers en Haloween, cuyo cuerpo desaparece del suelo al que cae desde la ventana de la casa de Laurie, después de los disparos del Dr.Loomis).
El final, que podríamos llamar “abierto”… con la aterrorizada mirada de Michael justo despertar del coma, le dicen que David ha escapado. Y éste, en el supermercado, intentando de nuevo su ritual de saltar sobre una nueva presa. Queda un poco forzado, pues a Michael le toca descansar y estar tranquilo después de haber librado a todos de la amenaza. Y si el guion quería dejar las puertas abiertas al terror del espectador con el psicópata suelto, sólo con ver a David en el súper, con otro “look” y el parche en el cuello, bastaba para dejar sobreentendido que se había ido de rositas.
Una buena pieza, con fisuras y muchos elementos mejorables, pero bien ideada y diseñada en su simple estructura. A pesar de los desmerecimientos e improperios que se ha llevado, tiene el poder de seducir, atrapar y dejarnos a todos claro que, de papá, no hay más que uno.
El guión fulmina ya (incluso desde el tráiler) toda posible aura de misterio en la primera escena, en la que vemos al malvado David zamparse impasible una tostada con manteca de cacahuete, y un café, antes de abandonar la casa en la que dejará los cadáveres de una de sus mujeres presa, y de los varios hijos de ésta. Por lo tanto, ya desde un principio tenemos que asumir que no se trata en ningún caso del perfil de una película de terror en el sentido estricto de la palabra, aunque los “cazasustos” puedan encontrar ahí algún que otro chute de adrenalina (sobretodo cuando Michael descubre en el congelador del sótano el cadáver de su padre biológico, que había descubierto cosas de David y había tenido con él un encontronazo en una visita al domicilio, o bien cuando Michael después de la ducha, al abrir el cuarto de baño, se encuentra de morros con David, echándole una de esas miradas que matan).
El ritmo narrativo del script, marcha todo el rato, a mi modo de ver, sobre una especie de duelo entre el intruso, y el hijo mayor de los Harding. De hecho, ambos están a la par en la casa. Los dos son recién llegados; lo que uno representa que regresa, y el otro es completamente nuevo.
La tensión generada proviene de las sospechas de Michael, casi desde el principio, porque si para nosotros resulta inverosímil y hasta ridícula la forma que tiene David de entrarle, queriendo ganárselo a base de dádivas y lisonjas, tratándolo de forma estúpida y pueril, como si quisiera hacerle (y hacernos) creer que es suyo propio… más todavía lógico que al chaval se le disparen todas las alarmas.
El constante y progresivo clima de inquietud y desazón creciente que se transmite, viene provocado por el tanteo, forcejeo y finalmente hasta combate cuerpo a cuerpo, que no falte, que explica la lucha entre un joven por la supervivencia de sus queridos, y por la suya propia, y un enfermo mental que se ha colado en sus vidas, para realizar sus psicóticas fantasías. Todo ello, hasta llegar al apogeo final, expresado en el continuo de intuiciones de ambos, sospechas, desconfianzas y pesquisas, sin que ninguno de los dos llegue a saber qué piensa, cree o ha descubierto el otro.
Una refriega que parece terminar en tablas, en caerse los dos al vacío, quedando libres unos del chalado, y éste escapándose (recurso-licencia fílmica del malo duro de roer o de pelar, al estilo de Michael Mayers en Haloween, cuyo cuerpo desaparece del suelo al que cae desde la ventana de la casa de Laurie, después de los disparos del Dr.Loomis).
El final, que podríamos llamar “abierto”… con la aterrorizada mirada de Michael justo despertar del coma, le dicen que David ha escapado. Y éste, en el supermercado, intentando de nuevo su ritual de saltar sobre una nueva presa. Queda un poco forzado, pues a Michael le toca descansar y estar tranquilo después de haber librado a todos de la amenaza. Y si el guion quería dejar las puertas abiertas al terror del espectador con el psicópata suelto, sólo con ver a David en el súper, con otro “look” y el parche en el cuello, bastaba para dejar sobreentendido que se había ido de rositas.
Una buena pieza, con fisuras y muchos elementos mejorables, pero bien ideada y diseñada en su simple estructura. A pesar de los desmerecimientos e improperios que se ha llevado, tiene el poder de seducir, atrapar y dejarnos a todos claro que, de papá, no hay más que uno.