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España España · Castellvell del Camp
Voto de Jordirozsa:
7
Terror Película compuesta por varios cortos que se centra en un grupo de individuos que entran a un decrépito cine Rialto. El proyeccionista se encargará de que todos sus miedos aparezcan en pantalla. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2023
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Nightmare Cinema» (2018) nos ofrece un surtido de pequeñas historias que se entrelazan con un hilo conductor que desempeña el rol de narrador extradiegético de cada uno de los relatos, el huso alrededor del cual se teje una secuencia de partes que bien podrían funcionar como independientes cortos, a la par que en su conjunto tienen varios elementos en común.

Frustrada la idea de hacer con su material, una serie que se pudiera lanzar en plataformas como Netflix, el realizador Mick Garris (cuya cuota fama se debe a su relación con Stephen King, y las adaptaciones que ha hecho de sus obras), decidió recurrir a más de 22 productores, para montar esta «tea-party» con sus amigachos: Joe Dante, Ryûhei Kitamura, Alejandro Brugués y David Slade, de quienes sólo destaca el primero, por su realización de la mítica «Gremlins» (1984).

El hombre salió ganando en cambiar el producto final de una serie de moda pasajera (cuya efimeridad podía ser más o menos elongada en uno o más canales digitales), por un producto más artesanal y genuino que dio alas a los anteriormente citados para desplegar su creatividad, no exenta de defectos, exageraciones y restricciones varias por la falta de presupuesto y las limitaciones impuestas por los estándares de «tempos» de metraje.

El resultado es una cinta que nada tiene que envidiar a las más encumbradas antologías. Podremos ver en Garris la intención de rendir un homenaje a los grandes tópicos del terror de las últimas décadas (y algunos de más antaño), en las estampas que nos proponen sus tocayos, envueltas en la original idea conectora del vetusto cine. Ahí, a modo del grotesco «Guardián de la Cripta» en «Tales From the Crypt», o del forense encarnado por John Carpenter, que entre chupito y chupito de formol hace de narrador en el escenario de un depósito de cadáveres, en la película que él mismo dirigió («Body Bags», 1993), tendremos la figura del proyeccionista diabólico, que mostrará a los personajes que se aventuran a entrar en la tan vacía como degradada y lúgubre sala, los horrendos fatos que les depara el destino, como retribución a sus «pecaminosos» deseos, ambiciones, secretos y voluptuosidades.

Tan imperioso parecía el poder abarcar en su pretensión evocativa, el máximo número posible de patrones temáticos del terror, que cada una de las partes que constituyen el filme pueden antojarse excesivamente sobrecargadas de contenidos, como en una morcilla: tan sabrosa a nuestros paladares, como indigesta en el estómago. Lo cual no deja de ser una desventaja; a excepción del último fragmento, conducido el propio Garris, quien se toma su tiempo para un argumento más simple, y por lo que dispone de algo más de margen para desarrollar el dramatismo de su historia, sus colegas se las tienen que arreglar en apenas media hora, para gestionar sus respectivos guiones, en exceso comprimidos. El valor que confiere su liberada inventiva, se ve restado por la falta de minutaje. Por otro lado, ello redunda favorablemente en la necesidad de mantener un intenso ritmo narrativo que sostiene el «arousal» del espectador sin desfallecer.

Hallé tan fascinante el escenario del diabólico cine, en su rol de «wrapparound» de los cinco actos de la película, como el que desempeña el compartimento del tren a un destino desconocido, en el que concurren los pasajeros interpretados por Donald Shutherland, Cristopher Lee, Neil Mc. Callum, Alan Freeman y Roy Castle, y a los que se añade un extraño sexto pasajero capaz de predecirles el futuro, en la inolvidable compilación de la británica Amicus Productions «Doctor Terror» (1965), dirigida por Freddie Francis.

Es el misterioso personaje de Peter Cushing, el nexo entre las historias de estos hombres, que les desvelará sus destinos. Exactamente el mismo que un desaliñado Mickey Rourke, como resucitado de entre los muertos («A Prayer for the Dying», de Mike Hodges; «El Corazón del Ángel», de Alan Parker, ambas de 1987), desempeña ante los desdichados que se sientan en las butacas del «Cine Rialto» a presenciar lo que les depara un aciago porvenir. La única diferencia, a parte del entorno físico (el tren o el cine; tomen nota de que para acceder a ambos hay que pagar un billete), es que unos tienen su futuro escrito en un juego de cartas del Tarot, y los otros en una pantalla que se exhibe a lo grande: los acontecimientos de los que ellos y ellas mismos, serán protagonistas, para su desgracia. Ello añade un plus de originalidad e ingenio, porque no deja de ser una metáfora de la mente humana, que en su privilegiada condición tiene la capacidad de construir y de proyectar (valga la redundancia), tanto sus esperanzas, como miedos e inseguridades. Por lo tanto, se puede concebir un destino escrito para cada cual, pero del que uno mismo es autor; tanto de su contenido, como de su firma y rúbrica.

En «The Thing of the Woods» (muy parecido al título «Within the Woods», la precuela que Sam Reimi hiciera en 1978 de su franquicia «Posesión Infernal»), Alejandro Brugués recoge el tópico de los «slasher» campestres, al que se añade el de las posesiones alienígenas (unos simpáticos arácnidos extraterrestres), que le da un tan original como divertido giro a esta primera entrega, con la que empezamos un alocado viaje en este pasaje de los horrores.

Joe Dante es quien defiende un alegato contra el culto obsesivo a la estética corporal humana, en una época de narcisismo hedonista exacerbado. Algo que ya trasciende a las recurrentes «operaciones bikini» (de ahí a las operaciones quirúrgicas) para lucir carnes en las soleadas playas en verano, sino que ha llevado al personal a cometer auténticos disparates contra el propio organismo.

Un corto que, a pesar de estar reducido a un minimalista y claustrofóbico «set», condensa en su atrocidad simbólica, una agria crítica a los cánones i mandatos de las corrientes sobre belleza, que harto condicionan, desde la vestimenta, pasando por el estilo de vida, hasta lo más sacrosanto de nuestro ego:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jordirozsa
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