Al menos, según mi punto de vista, esta película no es más que el reflejo en pantalla de la vida misma, tal cual es.
Normalmente no suelo entrar en explicaciones sobre la categoría en la que entraría o no una película, pero ésta en cuestión es una que puede llevar a errores si la eliges buscando una comedia, o un drama, o una historia romántica.
Para mí no es comedia porque contiene demasiados elementos dramáticos para poder pasar todo el tiempo con una sonrisa. No es un drama porque la historia no gira en todo momento en torno a eso y la resolución de la historia no corresponde. Y tampoco la considero romance por el mismo motivo que no la considero comedia, hay más cuestiones aparte del amor. Se podría decir que es una amalgama perfecta de esos tres componentes.

Cuando te sientas a verla lo primero que piensas tras pasados 20 minutos es que lo único que vas a sacar de la película va a ser algunas nociones de vinos. Pero entonces, poco a poco, vas conociendo al personaje que interpreta Paul Giamattii y comienzas a interesarte por él y sus circunstancias y entonces la historia se vuelve interesante: un hombre de mediana edad sumido en una depresión que parece interminable, aún resentido por un divorcio que ocurrió hace más de dos años e incapaz de rehacer su vida por sí solo. Es entonces cuando no puedes dejar de verla hasta el final.

Cine independiente (esto es obvio), un rollazo al principio que se convierte en una historia adorable progresivamente.