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Voto de irian hallstatt:
9
Drama A finales del siglo XV, en París conviven un pueblo ignorante, un rey comprensivo, un malvado juez y una organización de mendigos que servirán de comparsas a dos personajes marginados: la gitana Esmeralda y Quasimodo, el jorobado campanero de Notre Dame. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2008
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
* “Esmeralda, la zíngara” es uno de mis films clásicos favoritos, de los que más veces he visto. Drama aventuresco, que guarda el espíritu romántico de la historia original (y que parece común en toda la trayectoria del director, independientemente del romanticismo inaugural que desplegara “Nuestra Señora de París”, hace siglo y medio), pero mostrándose bastante recatado a la hora de plasmar la crudeza y visceralidad de algunos pasajes de la obra literaria; inclemencias más presentes en el film de Worsley, con el legendario Lon Chaney.

* Quiero señalar, en relación al origen teutón de Dieterle, que con su llegada a Hollywood aportará al cine norteamericano una superlativa vena romántica, gótica, fantástica, oscura, poética, siempre dentro de los límites marcados por las tendencias de su país de acogida; vena nutrida por su legado expresionista, cuyos cánones se rastrean en muchos fragmentos de esta película, que recordemos, es ya del 39.

* Son muchos los aspectos del film que me fascinan. En primer lugar, está el hecho de ser una más que apreciable adaptación al cine de un autor por mi venerado, como es Víctor Hugo. Remitiéndome a lo escrito más arriba, sin su escabrosidad, la película tiene el tenebrismo, la impronta romántica de la historia original. Complicado es abordar sin profundidad excesiva una obra clásica, tomarse tantas licencias sobre ella, y que salga una obra de tal envergadura.

* Dieterle nos lanza algunas perspectivas parisinas impactantes; podemos deleitarnos con un sinfín de poderosos pasajes e imágenes fantasmales, crípticas, sombrías, vaporosas; entre lo degradado y doliente, y lo majestuoso. Pose donde pose la mirada la cámara, tenemos una amalgama de matices sensitivos y emocionales, aunque siempre más escorados a lo decadente que a lo radiante. Matices que impregnan también a los propios personajes, algunos firmemente ligados a ciertas realidades y tonalidades, otros errantes entre diferentes contextos y tendencias. Al igual que en el cine silente europeo (alemán, ruso), se solicita al espectador un esfuerzo constructivo, al no dárselo todo hecho: leer en los gestos, las miradas, analizar actitudes, casar contextos, para poder conocer lo mejor posible a los personajes, y así poder tener una comprensión más profunda del conjunto de la película.

* La película es además muy ágil. Tiene mucha vidilla, sin baches, ni detenerse demasiado en ninguna secuencia o punto álgido. Y resulta más reconfortante verla si nuestra mente procesa en paralelo a las imágenes. Aunque también se pueda disfrutar de ella como simple película para echar el rato: divertirse con las peripecias de la “Corte de los Milagros”; indignarse con los mecanismos de la iglesia; extasiarse en la galería de imágenes; regalarse algún susto; soltar alguna lagrimilla; emocionarse.
irian hallstatt
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