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Voto de irian hallstatt:
10
Drama. Romance Gabor, un lanzador de cuchillos, le salva la vida a Adèle cuando estaba a punto de arrojarse desde uno de los puentes del Sena. Adèle siempre ha sido una mujer desdichada. Gabor es un poco mentiroso, pero en el fondo tiene buen corazón. Finalmente, los dos se van a vivir juntos, pero Adèle tiene un problema: es una persona mentalmente inestable que se cansa pronto de todo. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2007
18 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
* Película para románticos empedernidos en un vivaracho embase que la hace disfrutable del tirón; sin altibajo alguno, muy amena y de ritmo audaz. La Chica del Puente es un ejemplo, de los pocos, de cómo se puede conjugar el drama romántico genuino con la comedia mas vivaz. El humor salpica toda la película, a veces un humor negro, otras un humor desenfadado y descarado, presente durante todo el metraje, sin echarse atrás ni cohibirse en las escenas más emotivas y sombrías. Todo ese humor no es obstáculo para elaborar esta agridulce historia, a veces bastante oscura, y unos personajes “llenos de grietas”.

* La película está rodada en blanco y negro, y tanto el aspecto visual-técnico como el humano recuerdan en cierta medida a Jeunet, por su dinamismo y resolución, y por retozar alegremente en la oscuridad de una gris y amarga historia, chapoteando risueño en la desdicha.

* Me encanta como se plasma la necesidad que tienen los protagonistas de estar juntos, y no por atracción mutua, por incipiente afecto, por capricho, sino por necesidad y exigencia pura y dura, porque debido a insondables misterios de la vida parecen estar irremediablemente abocados al fracaso y la desgracia cuando están separados. Pero no es que la suerte los vea con mejores ojos cuando están juntos, y por ello les favorezca, es solo que han ido a encontrar aquello de lo que tenían necesidad imperiosa: apoyo y sostén, un pilar seguro, sobre todo en el caso de ella. Él encuentra alguien a quien dedicarse, en quien afanarse para seguir adelante. Solo que para no poner las cosas fáciles, y para seguir en la línea de reírse de uno mismo, ella no encuentra el príncipe azul que quizá esperase, sino al hada del cuento, y encima en forma de cuarentón irritante, maníaco-depresivo y lanzacuchillos; y él, a una jovencita impulsiva, casquivana y suicida que le inspira en su trabajo: intentar no acertarle con sus cuchillos.
Se salvan el uno al otro, pero la gracia de la historia es que durante su relación estarán siempre en la cuerda floja, sin plena confianza en el futuro, creyendo que lo que están viviendo es un sueño, o una burla del destino, y con el sempiterno miedo de que todo acabe como empezó; incluso es tal esa incertidumbre que a veces los propios protagonistas, embebidos de la atracción que el abismo ejerce, parecen querer precipitar ese final, antes de que el final los precipite a ellos a la oscuridad donde se encontraron. No es fácil confiar en la dicha cuando tus heridas sonríen a la par que tus labios.

Todo acaba siendo deliciosamente dichoso o lóbrego en La Chica del Puente, buen antídoto para los bajones de ánimo, y más porque ni por un momento se pierde de vista el fondo doliente y afligido de la historia. Quizá su ánimo de predicar que la felicidad hay que labrársela sea un poco intrépido, pero no el mensaje de que si no luchas, ya has perdido.
irian hallstatt
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