“Der Himmel über Berlin” (“El Cielo sobre Berlín”), más conocida como “Wings of Desire” (“Las alas del deseo”), le valió el premio a Wim Wenders como Mejor director en el Festival de Cannes de 1987. Www.criticasdecine2010.blogspot.com.
Fiel al manifiesto de Oberhausen que fundó el Nuevo Cine Alemán, este film se deshace de las convenciones del cine comercial norteamericano de la época (que, sin embargo, arrasaba en las taquillas alemanas) y propone una mirada reflexiva por encima de aquella que no espera más que entretenimiento. Se trata de una exploración y mostración artística (muy personal) que relega a la narración tradicional. Fiel al sello de la filmografía de Wenders, “Las alas del deseo” está basada en una novela de Peter Handke.
La historia global propone una mirada existencial desde la óptica de un ángel que recorre las calles de Berlín y añora ser humano. A su vez, otras micro historias serán puestas en relieve a través de otros cuatro personajes: otro ángel, una bailarina de circo, un escritor y un actor de cine, lo que parece ser además una especie de homenaje y remisiones al mundo del arte.
El mito de los ángeles rondando entre nosotros y su relación especial con los niños inician esta película que tiene entre sus principales temas y motivos la cuestión de la felicidad y pureza en la niñez por oposición a los miedos y tristeza del mundo adulto. La reciente caída del muro de Berlín y una sociedad alemana aún dividida y miedosa, las heridas de la guerra y la necesidad de paz, la naturaleza autodestructiva del hombre, el deseo de amar y sentir.
En particular, uno de los detalles interesantes es un personaje tomado de la realidad e incluido en el relato ficcional, Peter Falk, quien actúa de sí mismo interpretando al actor norteamericano que hace del detective Colombo (en este caso para investigar una desaparición en plena Alemania de 1945, en otra remisión al nazismo y la guerra). Otra remisión, a la literatura en este caso, pueden considerarse las numerosas secuencias de los ángeles en la biblioteca.
Respecto de la plasticidad del film, destacan la movilidad de las cámaras y el uso de la cámara subjetiva que reemplaza la mirada de los ángeles y su presencia invisible; el manejo particular del sonido, desde las voces que simulan los pensamientos hasta el uso de la música diegética in (en escena) en el circo o en recitales; alternancia del blanco y negro con el color bajo una lógica que se mantiene oculta hasta final del film.
Wim Wenders ha quedado en la historia del cine gracias a este film, apático y saporífero por momentos, amable y revelador en otros, donde conviven el enigma, el detalle, la elocuencia y el delirio. Diferente, para un público que busca “otra cosa”, muy diferente a lo que puede encontrase en su remake yankee “City of Angels” (1998) de Brad Silberling (con Nicolas Cage y Meg Ryan). Después de este éxito, Wenders dirigió la secuela en 1993, “¡Tan lejos, tan cerca!”, sin el mismo resultado.