La familia que se inserta en esta serie reúne todo lo que debemos saber sobre la adicción a las drogas: educación; deseos de conocer el mundo asimilándolo como algo que debe ser devorado y no disfrutado; ambiciones universitarias; profesiones y trabajos rotos; enamoramientos inapropiados; la esquina; el deleite de un placer que se asemeja al cielo; el abismo; el infierno... la posible pero bien lejana resurrección.
Cada capítulo es acentuar más los fenómenos que intervienen en la desventura. Qué dolor es llegar al final de la serie sabiendo que todo ello sigue aconteciendo en tantas esquinas, no solo de Baltimore.
A título mucho más personal, me hubiera gustado más ver esta serie antes que ver The Wire, pues me ocurre que con los personajes se me ha perdido un tanto el tono de seriedad y terminaba sintiendo una sobria parodia. Tal vez a otro espectador pueda pasarle algo parecido.