Los acentos de está película están lejos de los habituales. En primer lugar, no subraya lugares comunes en el ámbito del narcotráfico sino que va directamente hacia el drama que puede vivir una familia bajo la legislación de los "snitch" (soplones). Por ello, propone precisamente que el peso de la historia caiga sobre un padre al que una circunstancia tenida por ajena llega a remover toda la estructura de su vida. La educación, los valores, los fundamentos de ser padres hoy y de dejar a los hijos ser algo se violentan porque la sociedad impone azarosas implicaciones en el solo hecho de ir a respirar junto a otro en un aula de colegio.
Este planteamiento es el que hace el filme tenga un mérito especial. Sin embargo, la intensidad dramática va decayendo a medida que avanza el largometraje. Los personajes enfrentan condiciones ásperas pero sus posiciones no se alteran tanto como para que los espectadores nos identifiquemos con sus situaciones. Todo ha quedado en un plano de simplemente denunciar un fenómeno y mostrar una posible historia.