Me gusta esta película porque, a pesar de que puede caer sin darse cuenta en lo más dramático y conmovedor, logra mantenerse a flote gracias a sus encadenamientos humanos y humorísticos. Nos muestra una historia de amor y también logra convencernos de que, sin tanto sentimentalismo, se pueden sacar adelante historias que nos endulcen la vida y dignifiquen las relaciones de pareja y, en general, las relaciones humanas.
En el plano actoral, no resta decir que Eddie Redmayne ha logrado hasta ahora su mejor trabajo y que, seguramente, tendrá el Óscar en sus manos en la edición de este 2015. Verlo es saber que algo pasa, por fortuna, en un grupo de actores ingleses. Su trabajo, que podía caer en a caricatura o en la pobre imitación, resulta ser un sobresaliente producto de indagación sobre la relación del cuerpo y de la mente, sus disposiciones, sus quebrantos, sus gracias.
Película para deleitarse de principio a fin, para sentir con Eddie Redmayne la cercanía de Stephen Hawking y la posteridad de ese pensamiento a veces tan complejo pero siempre humano como lo es el pensamiento científico.