"Suspiria" es sin lugar a dudas una de las cimas artísticas del maestro italiano Dario Argento, que en plena epopeya del "giallo" (el ofreció tres de los más significativos en su "trilogía animal") mantuvo algunas constantes del mismo pero llevadas hacia el lado sobrenatural, rozando incluso los elementos del terror gótico que tranquilamente pudiera haber ofrecido uno de los maestros de Dario, el genial Mario Bava.

En todo momento se antepone el logro de la estética en detrimento del guión. Y es que el libreto es simple, quizá estirado por momentos, pero cumple perfectamente su papel, permitiendo a Argento desmelenarse con todo tipo de piruetas visuales sin que interfieran ante ellas ninguna situación o línea de diálogo innecesarias.

Con una perfecta conjunción de una fotografía tremendamente bella, absorvente y en algunos momentos sofocante y claustrofóbica, hacen que junto a la excepcional música de Goblin (con un tema principal magistral que se repite en varios momentos de la cinta) "Suspiria" se convierta en una auténtica pesadilla, que involucra al espectador a ser parte de ella durante hora y media.

Con un comienzo espectacular, Argento logra en todo momento la conexión con el público, asustándolo cuando debe, hipnotizándolo cuando ello se requiere, todo a base de un juego de colores y atmósferas absolutamente magistral.

"Suspiria" es la pesadilla hecha arte, un perfecto toma y daca entre el director y el espectador, y claramente una de las piezas claves del cine de terror.