No es ni duro, ni provocador ni demoledor ni difícil de ver. Simplemente es aburrido. ¿Se espantaron ustedes por esa escena que transcurre allá por los veinte minutos? (ya ni sé, por ahí pasa más adelante, pero ustedes saben, la que hace el chabón tenga que huir de su casa). A mí no me movió ni un pelo. Y durante gran parte de la película, presenciando las reflexiones lanzadas por este antipático, insípido y resentido personaje, escuchando sus frases sobre la decadencia, la moral, los valores y qué sé yo, lo único que realmente me preguntaba es ¿ya termina?
Me pareció un film histérico. Esa es una buena palabra para definirle. Con esos “cortes en negro” constantes que le dan un aire pseudo sensacionalista, y esas miradas de catástrofe y los “pede” y “petaze” y “merde”, dan todo el entorno para mirar algo dinámico, desinhibido. Pero es todo una mera insinuación. No hay concreción. O al menos, yo no llamo concreción a lo poco que veo.
Además que a lo largo de todo el film se ve muy poco pero se escucha demasiado (la voz en off constante me terminó siendo francamente insoportable). Creo que si hubiera intercalado tantas palabras (o al menos, si no era mucho pedir, la voz agria que las transmite) con un poco más de esencia en la narrativa, se hubiera logrado algo mejor. Yo no hallo la supuesta profundidad en los pensamientos del boucher. Y al ver que la película se basa enteramente en eso, ofreciendo poco más, terminó por ser completamente insatisfactorio.
Eso sí, tal vez vendrían bien al día de hoy hombres como Robespierre. Seguramente hacer películas sobre gente como él, y no como este carnicero, sería mucho más interesante.