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Voto de Morenito de Maracay:
7
6,7
6.447
Drama
Un joven publicista, con una exitosa carrera profesional y una vida personal vacía, se dirige a la carrera a una importante reunión de negocios. Durante el trayecto conoce a una chica que viaja sólo con una mochila, y con la que, a pesar de sus opuestas maneras de vivir, conecta y juntos rememoran la época más mítica y emotiva de su infancia: sus sueños y deseos infantiles, el último verano que pasaron con la pandilla, cómo vivieron su ... [+]
26 de junio de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche ví Héroes. Justo al principio de otro verano. Esta mañana, viendo a ni niña corretear por la playa, he decidido escribir algo sobre ella y sobre la vuelta a la infancia y a las pandillas veraniegas que nos hace rememorar Pau Freixas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Lo curioso de Héroes es que desde el primer minuto sabes que no estás ante una de las cintas más brillantes y sólidas de los últimos años. Pero te atrapa y te apasiona, sobre todo si tienes esa edad en la que a principios de los ochenta te apasionaban las Bicicross de la mítica marca BH, te atiborrabas a Bonys, Bucaneros y Tigretones, hablabas a través de tu reloj Casio con Kit, dabas tu primer beso y escuchabas el "Big in Japan" de Alphaville en una TDK Cromo de 60 minutos.
A los quince minutos estás notando el polvo de aquellas malditas carreteras en la garganta… y el salitre en la piel.
A los treinta estás evocando aquellos días interminables de playa, las noches en el cine de verano, el primer cigarrillo sentado en el puerto y tu primer beso a una chica que se parecía demasiado a Mireia Vilapuig.
A la hora estás llorando. Más que por la desaparición del niño interpretado por Ferran Rull, por la desaparición de aquellos veranos y todos aquellos chicos y chicas que un día de septiembre dejaste de ver para siempre. Te preguntas qué tienen que ver aquellos veranos que un día sin más se terminaron, con el apartamento desde el que ni oyes ni casi hueles el mar, con malcomer en un chiringuito a 50º o con pagar 20 euros por peladear durante quince minutos en un maldito patinete.
Sin saber muy bien por qué, en los títulos de crédito ya has perdonado a Freixas su exasperado guiño a lo más comercial, su abuso de clichés altamente manoseados y el modo en como se le va de las manos su grandilocuente banda sonora.
Y te vas a la cama con esa sensación que solo el buen cine, por muy manoseado y edulcorado que esté, consigue. Esa sensación donde se mezcla el bienestar y la desazón, en donde no sabes si sonreír o ponerte a llorar.
A los que la critican, si es de forma desaforada, por lo poco creíble, lo comercial o lo manida y tópica, les diría que vieran cualquiera de las películas, que ahora son legión, sobre casasbarramansiones encantadas o sobre niñosbarraadultos con necesidad urgente de un exorcismo en condiciones.
A los que la critican, si es de forma desaforada, porque no puede calar en la gente por el simple hecho de que no todo el mundo ha disfrutado de esos veranos tan especiales, que se pongan la última sobre VietnambarraIrakbarraAfganistan. Como si eso les quedara más cerca.
A los quince minutos estás notando el polvo de aquellas malditas carreteras en la garganta… y el salitre en la piel.
A los treinta estás evocando aquellos días interminables de playa, las noches en el cine de verano, el primer cigarrillo sentado en el puerto y tu primer beso a una chica que se parecía demasiado a Mireia Vilapuig.
A la hora estás llorando. Más que por la desaparición del niño interpretado por Ferran Rull, por la desaparición de aquellos veranos y todos aquellos chicos y chicas que un día de septiembre dejaste de ver para siempre. Te preguntas qué tienen que ver aquellos veranos que un día sin más se terminaron, con el apartamento desde el que ni oyes ni casi hueles el mar, con malcomer en un chiringuito a 50º o con pagar 20 euros por peladear durante quince minutos en un maldito patinete.
Sin saber muy bien por qué, en los títulos de crédito ya has perdonado a Freixas su exasperado guiño a lo más comercial, su abuso de clichés altamente manoseados y el modo en como se le va de las manos su grandilocuente banda sonora.
Y te vas a la cama con esa sensación que solo el buen cine, por muy manoseado y edulcorado que esté, consigue. Esa sensación donde se mezcla el bienestar y la desazón, en donde no sabes si sonreír o ponerte a llorar.
A los que la critican, si es de forma desaforada, por lo poco creíble, lo comercial o lo manida y tópica, les diría que vieran cualquiera de las películas, que ahora son legión, sobre casasbarramansiones encantadas o sobre niñosbarraadultos con necesidad urgente de un exorcismo en condiciones.
A los que la critican, si es de forma desaforada, porque no puede calar en la gente por el simple hecho de que no todo el mundo ha disfrutado de esos veranos tan especiales, que se pongan la última sobre VietnambarraIrakbarraAfganistan. Como si eso les quedara más cerca.