El mundo de Joy Division es un mundo sucio y deprimente, como desde luego lo era el Manchester de los 70; una ciudad en constante crecimiento de edificios de hormigón armado apilados unos al lado de los otros, que parecen querer aparentar un futurismo todavía lejano. Con este ambiente de fondo, no es extraño que el punk surgiera gritando de la mierda, de las fábricas dónde las ratas se amontonaban sobre los instrumentos de un grupo de músicos (los Sex Pistols) que llevarían a unos jovenes a formar uno de los grupos más notables y famosos del panorama musical británico: Joy Division.

Con estas palabras, podemos hacernos una idea del panorama en el que se desarrolla la historia del documental; de hecho, es quizás el más oscuro y sucio que haya visto en mi vida (que por suerte o por desgracia, son más bien pocos). Con una estética que mezcla las entrevistas a antiguos miembros o músicos destacados de la época y los videoclips, el documental brilla por saber hipnotizar plenamente al espectador, sumergiéndolo en un ambiente desolador con el fondo de una música opresiva y extraña. Para conseguir este ambiente el documental combina las imágenes en blanco y negro con los planos en color de mala calidad; aparte de los comentarios al respecto de los entrevistados.

Aparte de este apartado, el director se ha documentado de una forma apasionante para llegar a hacer un retrato de la creación del grupo, desde el concierto de los Sex Pistol en el Manchester Lesser Free Trade Hall (por cierto, donde a Bob Dylan le gritaron Judas) del 76 a la creación de New Order tras la muerte de Curtis, pasando por la elección del nombre del grupo.
En definitiva, una gran obra para todo aquel que esté interesado por este tipo de música.