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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Voto de Donald Rumsfeld:
8
7,9
7.494
Serie de TV. Documental Serie de TV (2015-2018). 2 Temporadas. 20 episodios. El documental de dos temporadas (2015 y 2018) de Moira Demos y Laura Ricciardi narra el caso de Steven Avery, un hombre condenado por agresión sexual, que fue exonerado por las pruebas de ADN 18 años después. Unos años más tarde, es acusado del asesinato de otra mujer. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Making a Murderer bien podría ser el reverso de The People vs. O. J.:

-Si en el caso de OJ asistimos a un espectáculo mediático en torno a una estrella estadounidense, con todo el lujo y voyerismo que implica realizar un examen de las miserias de una vieja gloria deportiva (sus casas, sus coches, su vida sexual…), lo que presenciamos aquí es la crucifixión de un don nadie, de un paria, de un white trash (en esta ocasión literalmente: Avery vivía y trabajaba en un desguace), de alguien que en definitiva no tiene la consideración de persona, de ciudadano en un sentido legal, ni, por tanto, derecho a un juicio justo.

-Más: mientras que en el caso de OJ se absolvía a un culpable, al menos en primera instancia, dado que posteriormente los buenos y blancos ciudadanos sí lo condenaron; así que, a pesar de todo, la Justicia finalmente triunfó…, lo que vemos aquí es cómo se procesa implacablemente y sin dejar posibilidad de redención alguna a dos inocentes. El reverso es tenebroso porque mientras que la absolución de un culpable solo implica una falla en el sistema legal, la condena de un inocente desvela una maquinaria diseñada para castigar (al margen de las circunstancias que rodearan este proceso en particular). Y también de un sistema legal que en el mejor de los casos funciona más como una maquina de la venganza, cuando no directamente como un negocio (véase el documental Enmienda XIII), que como un método de reeducación y reinserción social. (Perdón por las risas).

-La absolución de OJ fue económica. OJ pudo permitirse contratar a unos abogados que astutamente transformaron el juicio en algo puramente emocional, apelando a la “raza” y clase social de su cliente para dejar entrever al jurado una conspiración policial de la que no había prueba alguna. Así mientras en el caso de OJ asistimos al proceso de un “rico negro” acusando de conspiración al sistema judicial, lo cual es “creíble”, en el de Avery asistimos al de un tipo que vive en un tráiler y en el que no sólo se insinúa tal conspiración: se demuestra. He ahí lo que no se puede creer, lo que no se Debe creer. Y lo que es peor, una persona que se mantiene firme en su acusación, que no se corrompe ni doblega. Alguien que está dispuesto a pasar muchos años en la cárcel con tal de mantener su inocencia. Un paria con dignidad al que hay que arrebatar la credibilidad. Especialmente cuando mantener esa inocencia y dignidad implicaba hundir la de muchos buenos ciudadanos.

En efecto: la dignidad, el estoicismo radical de Avery, su nobleza y humildad los deja a todos en evidencia. Ellos, los policías, los investigadores, el fiscal… son los buenos ciudadanos, todos insisten constantemente en este punto: ellos son los que van a misa, los miembros respetables de la comunidad, los trabajadores, los honestos padres de familia. Y de repente llegó Avery, descorrió el telón y, sin tan siquiera pretenderlo, nos mostró que las cosas quizás no eran en absoluto como parecían.

Que quizás el corazón de esos que se definen a sí mismos como buenos no esté tan limpio como ellos creen. Que quizás no sean tan buenos, ni tan nobles. Que quizás, y en absoluto quizás, el corazón de los USA esté carcomido por el fanatismo y la arrogancia. Sí, Dios, de una manera u otra, siempre estaba detrás de cada una de las acciones y testimonios de los que se autodenominaban buenos. Encontró el coche en el desguace porque Dios la guió hasta allí. Lagrimita. La sentencia expresó la voluntad de Dios. Mirada de satisfacción. Avery es la persona más peligrosa que ha pisado esta corte, llegó a decir el juez tras escuchar el alegato del hermano de la víctima realizado, por supuesto, con la ayuda de Dios.

Qué derecho a un juicio justo o a la presunción de inocencia podía tener Avery cuando era el mismísimo Dios quien guiaba a sus secuestradores. Qué tipo de juicio o diálogo era posible con aquéllos que no solo creían tener la verdad y toda la verdad, sino, OMG, la Verdad Divina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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