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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Voto de Donald Rumsfeld:
3
Aventuras. Drama. Fantástico. Intriga París, años 30. Hugo (Asa Butterfield) es un niño huérfano, relojero y ladrón que vive entre los muros de una ajetreada estación de trenes parisina. Nadie sabe de su existencia hasta que le descubre una excéntrica niña (Chloë Moretz) junto a la que vivirá una increíble aventura... (FILMAFFINITY)
16 de noviembre de 2012
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
1-El motivo que finalmente dio luz verde a este proyecto no fue las ganas de contar una historia bella para todos los públicos; según reconoce le propio director fue al ver Avatar cuando decidió que él también haría una película en 3 D. Sin embargo, Scorsese, consciente de que el presupuesto se la iba a subir mucho y que el 3D no es algo que fuera a atraer especialmente a su publico-de-toda-la-vida, un publico que ha ido creciendo a medida que el director se iba empapando de las maneras de hacer cine en Hollywood (giro que se hace oficial con Casino y que posiblemente llega aquí a su culminación), opta por hacer un película ligera que pueda dejar buen sabor de boca a todo el mundo y, por supuesto, una generosa recaudación. Y es aquí donde empiezan los problemas.
2- Que la historia pretenda ser hermosa no significa necesariamente que se le deba escatimar cualquier dureza que pueda resultar incómoda. Ahora bien, basta observar el inmaculado peinado del niño, a efectos prácticos un vagabundo, su ropa perfectamente planchada y la sempiterna y brillante dentadura blanqueada made in Hollywood para ser consciente de que por muy vagabundo y sólo que se encuentre, este niño no ha sufrido ni el hambre ni la soledad. Es un niño bien haciendo una peli para burgueses bien. Una película navideña.
3-La construcción de personajes es nula y sólo obedece a motivos argumentales. Todas sus reacciones son previsiblemente bondadosas, como resultado de lo cual cualquier espectador puede saber perfectamente como avanzará y concluirá la película. No hay sorpresas: todas las escenas concluyen en amable sonrisa. Supongo que muchos encontrar reconfortante esta situación; a mi mi sólo me produjo el tedio de saber indefectiblemente que era lo que iba a suceder a continuación.
4-En el aspecto técnico tampoco entiendo los elogios. La ambientación es pobre, su propio hiperrealimo le quita cualquier credibilidad. La fotografía -no hay aire, todo es brillo digital, alta definición y un 3D tan gratuito como innecesario para la historia que se nos pretende contar (¿se imaginan La Vida es Bella en 3D?), en definitiva: un 3D que en ningún momento deja lugar a la imaginación. Los efectos de sonido, recibió el Oscar, son burdos; los digitales no se integran bien con los personajes y el escenario (véase la escena del tren descarrilando); por último, la banda sonora me le he escuchado al menos cien veces.
5-La película, a falta de trama y personajes, funciona a nivel argumental por reiteración y acumulación. Como la historia del niño no da mucho de sí el director opta por el onanismo y acaba construyéndose, con calzador, un homenaje a sí mismo que, a mi juicio, en ningún momento encaja con lo que el mismo plantea. Y no sólo traiciona su propio argumento, también el homenaje es impostado, pues si el cine de Melies destaca sobre todo por su carácter artesanal aquí lo que vemos, una vez más, no es sino una muestra del hi-tech hollywoodiense.
6-Las subtramas de la película quedan inconclusas o directamente no llevan ninguna parte. Finalmente lo único que importa es que el ego del director quede restaurado.
7-Las interpretaciones no pasan de correctas, algo hasta cierto punto meritorio si se tiene en cuenta lo insustancial del guión. El trabajo con los niños, que tan buenos resultados suele ofrecer, es incluso deficiente, pues con frecuencia sus emociones quedan ahogadas en brillo digital. Ben Kingsley ni se despeina y el único que insufla algo de vitalidad a tan mortecinos diálogos es, sorpresa, Sacha Baron Cohen.
Conclusión: Si lo que Martin quería era darse el capricho de grabar en 3D y hacer un taquillazo lo ha conseguido. Si lo que quería era hacer una pelí navideña que sus nietos puedan ver en el cien, también lo ha conseguido. Pero si lo que quería era hacer un homenaje al cine ya es otra historia. Esta película, que a pesar de sus excelentes críticas quedará, qué duda cabe, prontamente relegada a la categoría de obra muy menor, es un película deshonesta en sus métodos y en sus pretensiones; cartón piedra que en ningún momento osa salir del cliché; emociones digitales con olor a plástico y procesador de última generación.
Donald Rumsfeld
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