Es difícil conseguir mostrarte los inicios del psicoanálisis con tanta claridad y estilo. Al basarse fundamentalmente en diálogos (proviende de una obra teatral) corre el riesgo de desaprovechar la emoción que puede transmitir el cine gracias a sus otros lenguajes. Aún así los hay continuamente. Sabina se arrodilla ante Jung llorando, el plano no muestra todo; gol de Freud: a nadie del público se le ocurrió que sólo le estaba cogiendo de la mano.

En general, consigue emocionar permitiéndote presenciar esos momentos históricos que yo por lo menos no había apreciado debidamente: en esos despachos y clínicas más o menos normales presencias hipótesis de auténticos pioneros, que contribuyeron de forma fundamental a nuestra comprensión del ser humano y de su relación con el mundo. Que se equivocaran, o que sean o no científicos, eso ya es otra historia.
Y qué mejor forma de complementarlo que con los propios investigadores padeciendo los demonios que investigan: la rebelión contra el padre de Jung con Freud, o la represión (sexual) en la vida de un burgués (suizo, encima!) como Jung.

Todo en una época -inicios del siglo XX- tan sumamente diferente a la nuestra en lo que respecta a las relaciones entre judíos y arios, previa al apocalipsis que los sueños de Jung (interpretados según sus teorías) presagian en esos escenarios tan soleados y tranquilos. Tanatos, la pulsión de muerte, seguía reprimida, aún no se había desatado más que en el ámbito individual y privado...