Tras el emotivo aplauso final en el estreno de la película en el festival de Cans, me preguntaron: "te ha sorprendido?", y solté un contundente "no!". Y es que yo no iba a ver lo último de Marzoa en busca de una sorpresa, sino en pos de lo que nos ha dado en sus cortos: sinceridad, emoción, conflicto, cine. Así que SGH no me sorprendió, en el buen sentido de la expresión: quise haber consolado a Tous, quise llorar con De Lira, quise abrazar a Membrillo y escupir a Ugalde. Se me unió todo en un estupendo nudo en la garganta que fue precedido y seguido de sonrisas y hasta alguna risa. Tal vez no sea un guión redondo, pero creo que es un ovoide perfecto. Marzoa y Miguel Ángel Blanca se merecen que les dejen contar historias, una y mil veces. El reparto se merece que les reconozcan su oficio y su talento.