Cuando se estrenó en la Argentina, “The Shawshank Redemption” se conoció bajo el poético y movilizador título “Sueños de libertad”. Y a pesar de que una denominación así puede dar pie a pensar que estamos en presencia de uno de esos dramas lacrimógenos y pletóricos de golpes bajos, nada está más lejos de la realidad. Este gran film dirigido por Frank Darabont (quien realiza su primer superproducción) adapta en forma magistral un relato de Stephen King y lo hace con tal contundencia que 18 años después permanece entre las mejor valoradas por los espectadores (ver IMDB).
La historia es en apariencia trivial: un recluso que cumple una condena por un crimen del que es inocente (Tim Robbins) traba amistad tras las rejas con un veterano ladrón que lleva varias décadas en prisión y se ha convertido en uno de los jefes del tráfico clandestino dentro de la prisión (Morgan Freeman). Mientras tanto, cambia la vida del resto de los presos mientras se somete a las impiadosas prácticas del tiránico y corrupto alcaide (Bob Gunton).
Con una sinceridad arrolladora y unos actores en estado de gracia (en especial Freeman) la película funciona en todos los niveles y mantiene al espectador prácticamente pegado a la butaca durante las casi dos horas y media de metraje. Tiene un guión muy bien trabajado que fluye sin fisuras hasta llegar a un final precioso, entre los más connmovedores de los 90’.
En su momento no tuvo gran éxito pero la gran popularidad que adquirió después con el paso de los años, dan la razón a los que nos emocionamos cuando la vimos por primera vez. Y que no pasamos un año entero sin volver a verla.