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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
9
Comedia. Drama En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
3 de mayo de 2014
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se pueden decir tantas cosas de esta película…

Se puede escribir sobre la interpretación que hace Toni Servillo y decir que compone un personaje excéntrico, extraño, que resume a muchos otros personajes del cine italiano de todos los tiempos. Se puede decir que tiene algo de lo mejor del gran Mastroiani, del mejor y más presumido Gassman, en definitiva de los grandes de ese cine.

Se puede escribir sobre el humor. Un humor ácido, que a veces se pasea por las fronteras de lo esperpéntico, que en otras se calma o desaparece, dejándonos escuchar el silencio. Se puede decir que está Fellini en ese humor, que hay algo de sus enanos circenses, de sus personajes a caballo entre la parodia y la ternura.

Se puede escribir sobre una dirección implacable, milimétrica, astuta, sabia, que consigue lo que se propone, y que, además, homenajea al propio lenguaje cinematográfico. ¡Qué hermoso el momento en que Fany Ardant pasea por las calles de Roma, sonríe y devuelve el saludo al protagonista…! Cuánto amor demuestran esos veinte segundos, en mitad de las más de dos horas que dura la película.

Pero, sobre todo, se puede decir que La Gran Belleza pertenece a un género difícil de definir y que tiene que ver con el marco en el que se desarrolla. Es imposible hacer esto en otro lugar del mundo, porque la ciudad no es en ella una simple tarjeta postal, un bello marco, repleto de belleza, de historia y de cultura. No. Película y ciudad están unidas por un vaso comunicante, del mismo modo que las películas de Woody Allen son siempre Nueva York (y deberían serlo siempre…), las de Renoir son París, las de Bergman son siempre Suecia, o las de Berlanga son… toda España. Recipiente y contenido están indisolublemente unidos, y el uno explica de algún modo al otro, le hacen cobrar un sentido absolutamente genuino.

Es rara. Es desconcertante. Es bellísima. Es despiadada. Es, pura y claramente, una magnífica obra de arte.
Paco Ortega
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