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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Drama Tras la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Paul Renard, un joven francés, vive obsesionado por el recuerdo de Walter Holderlin, un soldado alemán al que mató. Después de leer y firmar la última carta de Walter, va a Alemania para hablar con su familia y pedirle perdón. Sin embargo, cuando la localiza y va a hablar con ellos, algo inesperado sucede. (FILMAFFINITY)
24 de septiembre de 2008
44 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arrancándose con apreciables rastros de toque Lubitsch, la película esboza en sus minutos iniciales algunos planos frenéticos y de nerviosa comicidad que despistan un poco. Despistan, digo, porque tras ver el travelling de sables lamiendo el suelo de la iglesia (otra insinuación lubitschiana), y tras asombrarnos por el vacío que se intuye en ese plano acercándose de lo general (la nave vacía) a lo particular (unas manos entrelazadas en actitud de oración desesperada), es en ese momento cuando el tono del metraje cambia sin tan siquiera llevar 5 minutos de película. Lubitsch se pone el traje de director comprometido y emotivo y nos ofrece un canto rabioso al ser humano, a la comprensión y al sentido común. Y lo hace sin pudor, con un descaro en sus postulados que es muy de agradecer, pero con unas prisas que no lo son tanto.

Aparece entonces una narrativa responsable, ya no frenética pero sí apresurada (veo prisas, como digo), que cambia el acostumbrado juego de planos detalle y el tono cínico y socarrón por una imagen que exprime a los actores más que a los objetos (a Barrymore sobre todo, que es el de más jugo) y por un desarrollo dramático intenso, de despojada sinceridad. Eso encaja mal con el barniz habitual de frivolidad aparente, siempre aparente, de Lubitsch, pero se ajusta particularmente bien al reproche furibundo no ya a la guerra, que es lo de siempre, sino al disparatado acto mecánico e impuesto de matar por matar que denuncia esta cinta. Del absurdo que supone justificar tal cosa amparándose en un supuesto "deber" que nadie nunca debería comprender. Es decir, Lubitsch desciende, ya desde la descripción del conflicto moral del protagonista, a los fangos del tú a tú planteando la guerra no como ese enorme monstruo de bayonetas y metralla, no como ese debate sobre motivos, sinrazones o razones del hecho militar, sino ofreciéndonos la reverberación social y familiar de la guerra en tiempos de paz.

Es así como Lubitsch contrasta el drama personal de los remordimientos, examinando la capacidad de perdón, con ese veneno colectivo latente que habría de alimentarse del Tratado de Versalles y de las convulsiones económicas y políticas que llamaron a la puerta de la Alemania de entreguerras facilitando que en el 33 (la peli es del 32) pasara lo que pasó.

La lástima es que todo esto lo haga Lubitsch en 75 minutos que se me antojan insuficientes para un acabado perfecto. Aún así, incomprensiblemente olvidada película del maestro. A recuperar o, como ha sido mi caso, descubrir.
Bloomsday
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