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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
8
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
23 de enero de 2008
117 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Abandonad toda esperanza". Dante Alighieri.
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En la infancia todo es simple, todo es blanco o negro. No hay caballos pintos al galope con músculos en tensión −eso son matices− sino que los caballos van al trote como si fueran de cartón, y las persecuciones son lentas porque el mundo es para siempre y en ellas no se corre, se resbala. La muerte se presenta como un espectro de una extraña belleza de trazo grueso, sin detalle: melancólica, pero no traumática.

Es curioso que Charles Laughton odiara a los niños, porque supo retratar perfectamente la onírica visión del mundo que, desde la infancia, se tiene de las cosas. Un mundo de juguete, con agitados estanques de colores en lugar de ríos y telones oscuros con purpurina suplantando la estrellada y eterna noche del cazador. Y es que, a veces, la película parece transcurrir en la habitación de un niño, tal es el efecto de los decorados o localizaciones, y no en un campo o un pueblo sureño.

Y, por supuesto, los malos son tipos que saltan y chillan como monos.

Esa visión maniquea de las cosas es muy propia de la infancia. Los malos, muy malos; los buenos... muy buenos. Pero no se nos presenta con moralina −digo yo− sino con mordacidad. La visión de alguien que retrata con nostalgia un cuento sobre el misterio de la niñez, pero que a la vez tenía alergia a los niños. Y eso no es contradictorio, es una evolución natural del cínico hacia la resignación del que reclama la sencillez de la infancia aun sabiendo que ese plazo caduco lleva el germen de la depravación, la incoherencia, el puritanismo y la codicia.

No es moralina ensalzar a los críos, por tanto, todo lo contrario. Porque la mejor forma de mostrar el sinsentido de los adultos es hacerlo desde el esquematismo infantil y el esquematismo de ese sur arquetípico. Pero en esa sencillez hay una mirada burlona, obscena, cínica, a la degeneración del paso del tiempo que nos convierte en viejos obsesionados con los juguetes del dinero, el sexo y el perdón de los pecados. Amén. No es Mitchum (y lo que representa) el único que sale escaldado en esta cinta.

Por todo ello, Laughton no ensalza la niñez por moralina −insisto− creo yo. Lo hace más bien por resignación. De hecho, ni siquiera creo que la ensalce propiamente hablando. Y es que creo que es un reflejo de escepticismo coñón lo que se dibuja en la mirada perdida de Lillian Gish al final de la cinta. Un reflejo que no es de Gish, sino de Laughton; un reflejo que configura el edulcorado speech final como broma última, como ridiculización de la visión adulta que considera la infancia una esperanza.

Laughton no presenta la niñez como esperanza, sino como inevitable período de incubación.
Bloomsday
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