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España España · Cines Astoria Alicante
Voto de Bloomsday:
7
Drama Robert Dupea, que fue un niño prodigio como pianista, trabaja en unas explotaciones petrolíferas. Cuando vuelve a ver a su hermana, convertida en una famosa pianista, decide volver a sus orígenes y al camino que abandonó. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2006
79 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
Símbolo de la rebeldía y desencanto generacional. El protagonista, un talentoso músico, prefiere vivir lejos de su familia, trabajar en una explotación petrolífera (cerveza, bolos, folk, amigos que viven en una caravana...) y convivir con una estúpida camarera antes que volver con su familia de músicos. No se encuentra satisfecho en ninguno de esos dos mundos contradictorios. Esos dos mundos, que representan las diferencias de clase pero también las diferencias generacionales, no le ofrecen salida. No hay lugar para él entre los esquematizados "intelectuales” ni en la más esquematizada aún clase baja (una vida, como así se nos muestra, basada en la familia y tener hijos por tenerlos, pasar las noches por pasarlas...). La película, por tanto, ofrece un convincente retrato de la frustración y angustia del protagonista que encaja muy bien con la sociedad americana de entonces como se aprecia en muchas otras películas similares.

No se libra nadie: las lesbianas contracultura, el sistema que no es capaz de servir dos tostadas sin cortocircuitarse, el propio protagonista que no es capaz de vivir según los ideales del padre ni encontrar su propio camino, los intelectuales plastas...

Hoy en día es aún una película que engancha (sirve fundamentalmente como testimonio muy claro de las inquietudes de una época) y apasiona a ratos gracias, sobre todo, a la interpretación de un Nicholson redondo en el retrato de ese personaje hastiado y sarcástico (Karen Black también se luce a pesar del trazo grueso con que está perfilado su personaje).

Es curioso que este personaje no se perdone ni encuentre a sí mismo y viva en esa constante angustia mientras que los que le rodean (familia, amigos y novia), que son los que le sufren, caigan rendidos ante su innegable encanto. Como si el personaje fuera portador de una desengaño que los demás no comprenden pero intuyen. Especialmente interesante desde este punto de vista es el pánico de K. Black a perder a Nicholson y la dependencia que tiene. Cuestiones que meten al protagonista en un callejón sin salida aún mayor y que encaja muy bien con el final; un final que deja claro que el protagonista no puede hacer frente a nada de lo que se le ofrece.

Algo estaba cambiando en los EEUU. La TV ya plenamente instalada había cambiado la visión de los espectadores, Nixon, Vietnam, los hippies, easy rider, Bob Dylan con guitarra eléctrica (¡satanás!), la cultura popular imponiéndose... Todo se volvía más adulto, más serio, más explícito. El rechazo a los valores tradicionales que empezó a fraguarse en los sesenta. En el cine se diluía lo que se ha dado en llamar estilo clásico y se añadía a los fotogramas una nueva dimensión, la de la búsqueda de un realismo exacerbado (visual y temático). Alguno podría decir que así se perdió también algo de magia, pero es cuestión de opiniones.
Bloomsday
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