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Voto de Bloomsday:
7
13 de febrero de 2009
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por orden de lista, trazadas con tiralíneas de sello de autor nórdico, como la estructura lógica de un texto, Bergman se afana en inculcarnos demonios ajenos. Y lo hace bien, hay que reconocerlo: el sol deslumbra en pleno ataque de infancia; pululan detrás del artista los vampiros y el amor nunca cerrado; los rostros se retratan inaccesibles; los impulsos, los deseos, los anhelos... Y todo ello una vez rotas las formas seguras de película, explicitando la condición de confesión íntima y no de ficción cinematográfica con pretensiones naturalistas. Pero no llegué a sentir yo como propios esos demonios suecos con forma de Béla Lugosi, por ponerle algún defecto a un acabado que funciona mejor en oleadas puntuales que en bloque. No me inmiscuí del todo en el ojo de la tormenta de su punto de vista.
Quizás porque las tormentas no deben tener formas tangibles de guion. Quizás porque, por muy existencialista que sea el producto, no conviene que se vea el cartelón del texto llamando a escena a las secuencias. Corres el riesgo, en caso contrario, de que esa representación de autoconciencia se transforme en literatura geométrica.
En todo caso, película muy recomendable por su carácter de obra íntima, descarnada y no tan compleja como a priori puede parecer. Supone un buen ejercicio para acercarse progresivamente desde cierta comodidad (inexistente en Persona, por ejemplo) al Bergman más "tostón", y a mí concretamente me sirvió para recordar que esto de la afición al cine es un gerundio. Un "faciendum" y no un "factum", parafraseando a uno que no escribía en FA. Vaya usted a saber por qué.
Quizás porque las tormentas no deben tener formas tangibles de guion. Quizás porque, por muy existencialista que sea el producto, no conviene que se vea el cartelón del texto llamando a escena a las secuencias. Corres el riesgo, en caso contrario, de que esa representación de autoconciencia se transforme en literatura geométrica.
En todo caso, película muy recomendable por su carácter de obra íntima, descarnada y no tan compleja como a priori puede parecer. Supone un buen ejercicio para acercarse progresivamente desde cierta comodidad (inexistente en Persona, por ejemplo) al Bergman más "tostón", y a mí concretamente me sirvió para recordar que esto de la afición al cine es un gerundio. Un "faciendum" y no un "factum", parafraseando a uno que no escribía en FA. Vaya usted a saber por qué.