Ejercicio estilístico de paradójico compromiso escéptico sobre el conocimiento y las herramientas para lograrlo, de lo que es muy consciente el director, quien siempre ha pretendido hacer un filme con toda su artificiosidad creada, es decir, alejado del realismo. Aquí se juega con la ambigüedad de las novelas policíacas de investigación al mostrar cómo los razonamientos deductivos empleados para probar los hechos se pueden también interpretar de forma que demuestran otros completamente distintos.

La película es un rompecabezas fascinante y algo macabro, armado por un esteta despreocupado por la inteligibilidad del relato. Lo que aquí propone es un juego de espejos de múltiples facetas que puede contemplarse (a gusto del espectador) como un pastiche de Thackeray o un cuento de Borges, o como una reflexión satírica sobre la decadencia de la sociedad inglesa.