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Voto de Cinemaparadiso1951:
8
Drama François es un joven profesor de lengua francesa en un instituto conflictivo, situado en un barrio marginal. Sus alumnos tienen entre 14 y 15 años, y no duda en enfrentarse a ellos en estimulantes batallas verbales; pero el aprendizaje de la democracia puede implicar auténticos riesgos. Al comenzar el curso, los profesores, llenos de buenas intenciones, deseosos de dar la mejor educación a sus alumnos, se arman contra el desaliento. ... [+]
6 de septiembre de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema educativo –siempre viejo y siempre nuevo-- ha tenido en el medio cinematográfico diversos tratamientos. Para ver, degustar al máximo y disfrutar con una película como “La clase” hay que acertar con la onda adecuada. Olvidémonos del cine norteamericano (o el británico más comercial) con títulos como “Semilla de maldad”, “Rebelión en las aulas”, “El club de los poetas muertos”, “Mentes peligrosas” o “Diarios de la calle”. Al margen de su desigual calidad (unos merecen verse más que otros) el espectador se identificaba con el/la protagonista, normalmente estrellas de renombre (Glenn Ford, Sidney Poitier, Robin Williams, Michelle Pfeiffer y Hilary Swank respectivamente) que conseguían lo imposible: dominar a un grupo de estudiantes particularmente difíciles, en la línea del más puro individualismo norteamericano y de la moral del éxito a cualquier precio.

Hay que tomar, pues, la alternativa: el cine europeo, especialmente el francés, y, a veces, el oriental. Me vienen a la memoria desde las excelentes obras del cineasta-pedagogo François Truffaut (“Los cuatrocientos golpes”, “El pequeño salvaje” y “La piel dura”) hasta títulos más recientes de otros realizadores como “Adiós, muchachos”, “Hoy empieza todo”, “Ni uno menos” o “Ser y tener”. Es en esta corriente realista, semidocumentalista y de resonancia social, donde hay que inscribir desde ahora “La clase”. Los mecanismos de identificación espectador-personaje funcionan igual que en la lista anterior (para los profesionales de la educación, seguramente más) pero sin manipulaciones sentimentales, sin buenos ni malos, sin vencedores ni vencidos.

“La clase” es la adaptación de la novela “Entre les murs” de François Bégaudeau, curiosamente la misma persona que encarna al protagonista, rodeado de numerosos actores no profesionales que interpretan lo que realmente son en la vida real: profesores, alumnos o padres de alumnos. La película recoge un curso escolar en un instituto asentado en un barrio marginal del París actual y se centra en las clases que François, profesor de Lengua francesa, imparte en una clase de 25 muchachos de diversas etnias y procedencias culturales y de una edad correspondiente a lo que entre nosotros sería 4ºESO. El guión, muy inteligente en cuanto a la dosificación de situaciones a través de un año aunque un tanto precipitado en su tramo final, es el resultado de un taller de interpretación en el que un grupo de profesores y alumnos fueron improvisando durante varios meses respecto al personaje que les tocaba encarnar. En ese sentido, parece ser, por lo que he leído, que algunos chavales especialmente conflictivos en la película no lo son en absoluto en la vida real.

Haciendo honor al título de la novela, más adecuado que el de la película, la historia se encierra entre las cuatro paredes del aula y no hace más concesiones que unos breves momentos en el patio de recreo y algunas secuencias en despachos o salas de profesores. No se nos ha querido mostrar el ambiente exterior del París periférico y poco sabemos de los personajes fuera de sus comportamientos en el instituto. La película se acerca, pues, al más puro documental aunque se advierte una progresiva línea dramática cuando las tensiones internas afloran a la superficie. El plano final es bien elocuente en su austeridad y, al mismo tiempo, cargado de sugerencias: La cámara se detiene en el aula vacía y sólo se oyen a lo lejos los griteríos de los chavales jugando en el patio. La vida sigue después de un curso; y, mientras la vida siga, la educación seguirá teniendo pleno sentido.

Entre las muchas virtudes del film de Laurent Cantet quiero resaltar la doble lectura que propone: Por una parte, la escuela es aquí un microcosmos social que trasciende la realidad de las cuatro paredes del aula para sugerir cómo es la sociedad en que vivimos, con sus mecanismos de poder dentro de un sistema democrático y con las profundas diferencias étnicas y multiculturales, cada vez más crecientes, tanto en jóvenes como en adultos, producto de la inmigración en su vertiente más dolorosa e implacable. Por otra, la película, para quienes formamos el cuerpo docente, transpira autenticidad y credibilidad por los cuatro costados; nos invita continuamente a cotejar nuestras actitudes y las de nuestros alumnos con los personajes que desfilan por la pantalla y nos da a conocer –otro gran acierto—en sólo dos horas el mundo interior del profesor y de los chavales más representativos; al salir del cine, uno no puede olvidarse de Wei, de Esmeralda, de Khoumba o de Souleymane, y los podemos identificar con chavales nuestros –del presente o del pasado—con nombres y apellidos.

Sólo hay dos cosas que me han chocado bastante: una es que se considere falta grave el tuteo de un alumno a un profesor (algo que nosotros ya lo hemos superado con creces), teniendo en cuenta que en la película los profesores son más bien liberales y mantienen cierta cercanía con sus alumnos; la otra es que en una Junta de evaluación estén presentes la delegada y subdelegada de la clase (aunque eso lo hayamos conocido en otras épocas), una situación que conduce irremediablemente al dramático episodio que ocupa el último tercio del film.

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No faltan tampoco en la película muchas cosas de nuestro “día a día”. Pero por encima de esta serie de elementos reconocibles, “La clase” apuesta por la utopía, por la lucha continua y por el no tirar la toalla, por aprender de los alumnos más que enseñarles mucho, por la conciencia de grupo frente a los méritos de nuestro esfuerzo individual, por creer en las personas a las que servimos aunque a veces no se vean resultados, por anteponer la educación en valores por encima del aprendizaje de contenidos, etc. Por todo ello, me parece una película de visión imprescindible para cualquier docente de la escuela pública y de la privada.
Cinemaparadiso1951
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