Richard Gere nunca ha sido un reclamo para que pase por la taquilla de un cine, aunque tampoco es que lo evite. Joan Alen interpretando a una esposa feliz es algo que incluso me chirría, porque es un papel en el que no acaba de encajar dadas sus duras facciones y su fuerte personalidad. Tampoco Lasse Hallstrom me dice demasiado, más allá de "Las normas de la casa de Sidra" (no he llegado a ver " Mi vida como un perro").

Con estos antecedentes más bien negativos fui a ver la película en su día, no sin cierto recelo. Pero para mi sorpresa me gustó bastante. Y cada vez que la pasan por televisión acabo viéndola. Y de la misma manera, sin demasiado entusiasmo. Y me vuelvo a llevar la misma sorpresa, Incluso diría que cada vez me gusta más.Y sí, me resulta algo ñoña al principio, demasiado edulcorada, un poco rutinaria.

Pero el último tercio de la película es realmente brillante, pura poesía. Sin apenas diálogos, con un predominio de bellos encuadres, de paisajes otoño- invernales, y con una persistente y brillante banda sonora, el director nos trasporta directamente al enorme y leal corazón de ese perro fiel donde los haya, a esa extraña mezcla de inconsolable dolor y de yerma esperanza con la que deambula y espera el verdadero y auténtico protagonista de esta entrañable historia basada en hechos reales.