Un thriller que arranca bien, con una propuesta interesante, pero que empieza a decaer demasiado rápido, que se trasmuta en algo hueco, artificial. Un universo reducido de personajes que parecen aislados de todo, sin mostrar conexión con su entorno natural o social, ni siquiera entre ellos mismos, que parecen sumergidos en una triste tarde de otoño, con cierta alergia a cualquier manifestación de alegría. De los que nada sabemos cuando empieza la película y que acaban como perfectos desconocidos, como si a lo largo del metraje el guión los ocultara en lugar de darlos a conocer. Una película que no sabe respirar, que intenta mantener la tensión en cada plano, subrayando en exceso las emociones negativas en lugar de desarrollar los hechos que las desencadenan. Y cuando cerca del final se desvela lo esencial, lejos de mantenerse el interés por su desenlace, éste decae drásticamente, porque es complicado conectar con quien parece que se oculta detrás de sus emociones, como nos presentan a la protagonista de la película. Tanta intensidad los aleja del espectador, que asiste algo despreocupado (en mi caso totalmente) al desenlace.

Y todo con una ultima secuencia que no se puede tomar en serio, ante la que no cabe ni la decepción, sólo una desdeñosa indiferencia. Tiene casi todos los defectos de los thrillers americanos de bajo presupuesto, pero sin ninguna de sus comerciales virtudes, como su ligereza y su nítida separación entre buenos y malos. Aquí todo se torna confuso, investido de una gravedad solemnemente impostada. Una pena porque arranca bien y por momentos se tiene la sensación de que el director es más que competente, incluso de que estamos viendo una buena película.