No es más que una película de terror, de una casa maldita para tormento sus desconcertados inquilinos. Pero introduce algunas novedades que la hacen un poco diferente a sus hermanas de género, con una pareja protagonista compuesta por un matrimonio de inmigrantes que se ha escapado, después de dolorosas peripecias, de su país (Sudán ) y que pretende obtener asilo en Gran Bretaña mientras viven en una casa que les facilitan las autoridades. No es por tanto la típica familia americana que se traslada a una lúgubre casa en el campo.

La peculiaridad de la pareja (excelentes las interpretaciones de los dos protagonistas) y el gran sufrimiento que arrastran, le otorgan a la historia un tono distinto, incluso contradictorio, como si el dolor y la soledad que encarnan supusieran al mismo tiempo un obstáculo y un aliado en su desigual lucha contra el terror al que se enfrentan, añadiéndole además matices psicológicos a los distintos conflictos que les surgen. Por otra parte, su vida cotidiana, la relación que mantienen con las autoridades que supervisan su adaptación le proporcionan elementos, bien aprovechados por el director, para imprimirle más soltura narrativa, para mantener una curiosa línea argumental alternativa y a la vez complementaria.


En definitiva, una película al uso, que sin atesorar nada realmente notable, genera y mantenine el interés del espectador con los elementos característicos de las de su género, pero añadiéndole algún condimento sui géneris que le aporta una particular textura, con algunas secuencias imaginativas y con giro argumental inesperado.

Creo que la apreciarán los que degustan cine de terror, porque me ha resultado entretenida a pesar de no encontrarme entre ese nutrido grupo.