Esta vez, como jugando a ver quién pisa la sombra del siguiente, Polanski encierra en una habitación a sus protagonistas, que van descubriendo su auténtica personalidad a medida que avanza el intenso metraje. Y como es un director muy inteligente, deja que el sarcasmo y la sutil ironía salga a la luz a través de un guión manejado con pulso fuerte, engrandecido por sus cuatro actores. La excusa sirve de pretexto para agudizar el ingenio; primero la simpatía disfrazada de cortesía y luego el enfado indisimulado sale a la luz en una película hecha por un sabio de la cinematografía reciente.