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Voto de Esteban:
1
6,4
91.228
Drama
Año 30 de nuestra era. En la provincia romana de Judea, un misterioso carpintero llamado Jesús de Nazareth comienza a anunciar la llegada del "reino de Dios" y se rodea de un grupo de humildes pescadores: los Apóstoles. Durante siglos, el pueblo judío había esperado la llegada del Mesías - personaje providencial que liberaría su sagrada patria e instauraría un nuevo orden basado en la justicia-. Las enseñanzas de Jesús atraen a una gran ... [+]
9 de mayo de 2006
37 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Mel Gibson anunció que iba a rodar su particular versión de la muerte de Jesucristo muchos se preguntaron que novedades ofrecería para atraer la atención de un público que ya conocía demasiado bien el famoso cuento del nazareno apaleado. Era imprescindible otorgarle un nuevo enfoque a la historia para que el espectador volviese a sentirse atraído por el mismo rollo que le encasquetan cada Semana Santa.
Además de centrar toda su atención en lo que podríamos denominar como el clímax de la historia, alargando hasta la extenuación lo que en otras versiones no ocupaba más de 15 minutos de metraje, el director decidió envolver la película en una de las polémicas más malintencionadas y manipuladoras de los últimos tiempos (No hay nada más insultante que ver a un Mel Gibson ofendido por las acusaciones de antisemitismo que recibió su película, cuando solo un imbécil no se daría cuenta del mensaje, manipulador y demagógico, que planea sobre todo el film, y del que el director era más que consciente desde un principio).
El coger una figura como la de Jesucristo y hacer de su prolongada agonía un espectáculo pretendidamente grandilocuente y desgarrador no era más que un truco comercial como otro cualquiera para que el público se dejase el dinero en la taquilla. Deleznable, que duda cabe, pero se pueden ver cosas mucho peores a diario y nadie se tira de los pelos por ello.
La película, con su exaltación del sufrimiento físico y espiritual como vehículo de redención para el ser humano, resultó ser un excelente medio de propaganda de los pilares básicos que sostienen el cristianismo más conservador y salvaje. Supongo que esa es la razón de que muchos fervorosos creyentes saliesen del cine completamente conmovidos (algunos incluso con los pies por delante), al ver en la pantalla proyectadas a golpe de látigo de siete colas toda una sucesión de calamidades que vienen a reforzar aquello que a muchos les han enseñado desde pequeños: el sufrimiento, el sacrificio y la muerte como único camino que conduce a la salvación. Todo eso del amor al prójimo brilla por su ausencia en este film y si algún espectador se empeña en verlo será solo tras hacer un laborioso proceso de abstracción mental.
Mel Gibson se propuso realizar, desde su repugnante fanatismo religioso, un panfleto sádico que enalteciese los valores más rancios e inhumanos de su fe, una negación de la vida mediante la glorificación de la muerte, una remodelación demagógica y radicalmente subjetiva de una serie de acontecimientos que pretenden ser mostrados con absoluta imparcialidad y realismo (fracasando en ello, por supuesto), una propaganda, en suma, de todo aquello que Gibson considera motivo de elogio y admiración, y una crítica feroz y despiadada a lo que él, desde su conservadurismo estomagante, entiende como alejado o contrario a su concepción de la vida y el mundo.
Además de centrar toda su atención en lo que podríamos denominar como el clímax de la historia, alargando hasta la extenuación lo que en otras versiones no ocupaba más de 15 minutos de metraje, el director decidió envolver la película en una de las polémicas más malintencionadas y manipuladoras de los últimos tiempos (No hay nada más insultante que ver a un Mel Gibson ofendido por las acusaciones de antisemitismo que recibió su película, cuando solo un imbécil no se daría cuenta del mensaje, manipulador y demagógico, que planea sobre todo el film, y del que el director era más que consciente desde un principio).
El coger una figura como la de Jesucristo y hacer de su prolongada agonía un espectáculo pretendidamente grandilocuente y desgarrador no era más que un truco comercial como otro cualquiera para que el público se dejase el dinero en la taquilla. Deleznable, que duda cabe, pero se pueden ver cosas mucho peores a diario y nadie se tira de los pelos por ello.
La película, con su exaltación del sufrimiento físico y espiritual como vehículo de redención para el ser humano, resultó ser un excelente medio de propaganda de los pilares básicos que sostienen el cristianismo más conservador y salvaje. Supongo que esa es la razón de que muchos fervorosos creyentes saliesen del cine completamente conmovidos (algunos incluso con los pies por delante), al ver en la pantalla proyectadas a golpe de látigo de siete colas toda una sucesión de calamidades que vienen a reforzar aquello que a muchos les han enseñado desde pequeños: el sufrimiento, el sacrificio y la muerte como único camino que conduce a la salvación. Todo eso del amor al prójimo brilla por su ausencia en este film y si algún espectador se empeña en verlo será solo tras hacer un laborioso proceso de abstracción mental.
Mel Gibson se propuso realizar, desde su repugnante fanatismo religioso, un panfleto sádico que enalteciese los valores más rancios e inhumanos de su fe, una negación de la vida mediante la glorificación de la muerte, una remodelación demagógica y radicalmente subjetiva de una serie de acontecimientos que pretenden ser mostrados con absoluta imparcialidad y realismo (fracasando en ello, por supuesto), una propaganda, en suma, de todo aquello que Gibson considera motivo de elogio y admiración, y una crítica feroz y despiadada a lo que él, desde su conservadurismo estomagante, entiende como alejado o contrario a su concepción de la vida y el mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El irreflexivo gusto por el esteticismo más vacuo e intrascendente que tanto satisface a muchos espectadores hoy en día tiene en este film un exponente más a tener en cuenta para futuras revisiones de obras vacías y simplonas aderezadas con correctos encuadres e imágenes bien fotografiadas. Gibson pasea su cámara mostrando especial atención a los rostros de los protagonistas, porque en algún momento de su carrera debió escuchar a algún director con el que trabajó que los primeros planos favorecen la introspección psicológica de los personajes y su identificación con el espectador. El problema que tiene esta película es que los personajes son completamente nulos desde el punto de vista dramático, y eso no se arregla ni con dos docenas de planos cortos por minuto. Dando por sentado que aquí todo el mundo conoce de antemano la historia y los personajes que la pueblan (2000 años de adoctrinamiento forzoso no caen en balde), Gibson y su guionista eluden cualquier tipo de descripción psicológica y se limitan a colocarlos en la película adjudicándoles un rol único e inamovible. En el apartado de los personajes secundarios llama bastante la atención la simpleza con la que se presentan la mayoría de ellos, rayando en la caricatura más burda, como ese Barrabás que parece salido de un cuento de los hermanos Grimm o un Herodes deliberadamente ridículo y amanerado. Sería lógico pensar que tanta torpeza podría deberse principalmente a una desmesurada falta de talento. Sin querer despojar de razón a los que piensan de ese modo, yo soy mucho más retorcido y he llegado a la conclusión de que la caricatura cutre es el modo más rápido y cobarde que tiene el director de conducir a determinado tipo de público por los vericuetos que le interesan.
El espectador que busque un poco de enjundia hará bien en echar mano de la imaginación y la fantasía, que básicamente es lo que suelen hacer los que se empeñan en verle numerosas virtudes a esta película.
Sobre la extrema violencia de la película han corrido ríos de tinta. Desde el comienzo del film Jesucristo es presentado como un mártir que sufre en el huerto de los olivos ante la inminencia de su calvario. La llegada de los soldados que han de apresarlo es solo el pistoletazo de salida de una sucesión de agresiones, humillaciones y truculencias innecesarias en las que Gibson se regodea morbosamente. El hecho de disfrutar mostrando toda una sucesión de vejaciones y torturas que, como gran ópera del horror que es esta película, van en crescendo a medida que avanza el metraje, no deja de ser una demostración más del discurso que trata de transmitir el director y que constituye la piedra angular de toda la moral cristiana. A algunos les resultará conmovedor, a mi me parece repugnante.
El espectador que busque un poco de enjundia hará bien en echar mano de la imaginación y la fantasía, que básicamente es lo que suelen hacer los que se empeñan en verle numerosas virtudes a esta película.
Sobre la extrema violencia de la película han corrido ríos de tinta. Desde el comienzo del film Jesucristo es presentado como un mártir que sufre en el huerto de los olivos ante la inminencia de su calvario. La llegada de los soldados que han de apresarlo es solo el pistoletazo de salida de una sucesión de agresiones, humillaciones y truculencias innecesarias en las que Gibson se regodea morbosamente. El hecho de disfrutar mostrando toda una sucesión de vejaciones y torturas que, como gran ópera del horror que es esta película, van en crescendo a medida que avanza el metraje, no deja de ser una demostración más del discurso que trata de transmitir el director y que constituye la piedra angular de toda la moral cristiana. A algunos les resultará conmovedor, a mi me parece repugnante.