Éste eléctrico, superficial, plomizo y arrebatador videoclip de dos horas estuvo a punto de costarme mi primera paliza. Insistí como un imbécil a un par de amigos para que me acompañasen al cine a verla. A los 15 minutos de película ya no sabía dónde apoyar los brazos. La historia de amor entre artistas bohemios y prostitutas de lujo me importaba un carajo, sólo podía pensar en la cantidad de hostias que me iban a caer una vez se encendiesen las luces de la sala. Suerte que el amigo Luhrmann decidió apiadarse de mi integridad física y echó el freno al desaforado ritmo de su fastuoso musical pop. Las bailarinas de can-can, las drags, los bailes, la irritante manía de montar un plano por segundo (literal, oye), el popurrí musical, el sobrecargado diseño de producción, las afectadas y teatrales interpretaciones de los actores, los cargantes efectos de edición, el argumento simple, ñoño y estereotipado… todo eso poco a poco se fue relajando o, directamente, dejó de molestar tanto para dar paso a una película que, en fin, no es nada del otro mundo, y si no fuese por su espectacularidad visual y acertadísimo repertorio de canciones nadie recordaría a las dos horas de haberla visto, pero que, contra todo pronóstico, consigue poner el punto y final a su historia sin que te den ganas de subir a un campanario para liarte a tiros con la gente. Después de un inicio tan desastroso yo creo que eso tiene mucho mérito. Vale que el argumento está terriblemente sobado y se puede resumir en una frase, vale que salvo los dos protagonistas (y tampoco mucho) ningún personaje está más o menos desarrollado y se basan en estereotipos de lo más rancios, vale que, contrariamente a lo que opinan muchos, el montaje importa una mierda (si algunas escenas se montasen de manera diferente ¿alguien se daría cuenta?), vale que el guión está tan descompensado que amenaza con zozobrar en más de una ocasión, vale que en realidad no es más que un cascarón vacío perfectamente decorado, envuelto y presentado, pero en el fondo a todos se nos van los pies con la música sin que nos demos cuenta. Y es que de eso se trata, ni más ni menos.