El cine francés reciente parece dispuesto a declarar la guerra a los productores de somníferos y demás medicamentos contra la falta de sueño a base de estirar como si fuesen chicles argumentos que, a lo sumo, podrían dar cabida a cortos de unos veinte minutos de duración. Las relaciones sexuales esporádicas entre una pareja de desconocidos que, lentamente y sin que lo tengan previsto, se deslizan hacia el más complicado terreno de los sentimientos, parece ser un argumento lo suficientemente potable como para desplegar durante hora y media una serie de escenas repetitivas, cansinas y predecibles, con un tufillo a cine de arte y ensayo que lo convierte en un film francamente antipático. Resaltar la capacidad de algunos realizadores galos para mantener al espectador entretenido con filmes que no cuentan absolutamente nada. Ese no fue mi caso, naturalmente.