Resulta reconfortante comprobar, que existe algo más en la cinematografía danesa que la omnipresencia del infecto Lars Von Trier. Con la intención de culminar puerto con la misma forma innovadora, pero sin las dosis de pretenciosidad de aquel, Anders Thomas Jensen, un realizador con un currículum ya consolidado, a pesar de la escasez de títulos que presenta como autor, se las arregla para ofrecer un film llamado a ocupar un espacio destacado, como grata sorpresa de temporada, que como mínimo, conseguirá no dejar a nadie indiferente.

Si en el cine manda el tratamiento de la historia, el esfuerzo de Jensen, que actúa como guionista en solitario, roza lo sobresaliente, aplicando un gusto por los detalles exquisito, dentro de un aspecto irónico hilarante, que le acerca a un tipo de humor inteligente que hará las delicias de los que, como un servidor, disfrutan de apuestas de carácter tan diferente y en extremo originales.

En ese punto, destaca la inserción de la parte fantástica en el código emocional del film, una travesía que en ningún caso resulta forzada, mostrando un desenlace convincente y acompasado, muy a tono con el desarrollo narrativo de este rara avis, que presenta un porte tan bizarro como luminoso, como extraño defensor de una cruzada entre la animalada grotesca, y la propia reflexión sobre la condición humana, que bien podría servir en su delirio, a la hora de completar, o simplemente apuntalar, la celebérrima teoría darwiniana.

De un reparto de estupendos actores daneses, en su mayoría desconocidos, sobresale el protagonismo de Mads Mikkelsen, en una de las transformaciones más espectaculares que haya contemplado el cine moderno, y es que a muchos, les costará reconocer al Le Chiffre de "Casino Royale", o a el Lucas de "La Caza", en este Elías que nos ocupa, todo un prodigio camaleónico, en el que se nota una especial complicidad con un realizador, al ya había servido previamente en "Las Manzanas de Adam", rodada en 2005, y elegida como Mejor Película para el público, en los Premios del Cine Europeo de aquel año.

Finalmente, solo queda recomendar la obra, un asunto sumamente complicado, pues serán mayoría los que no conseguirán empatizar con tan hermético y descerebrado planteamiento, al que conviene acercarse con la mente en blanco, dejando que su peculiar argumento se apodere de uno, mientras los convencionalismos y lo predeterminado salta por los aires, en favor de una exposición brillante, de esas que aún tienen la capacidad de sorprender en un universo tan sobresaturado como el del Séptimo Arte, del que se suele decir, que todo está ya inventado.