Casi han pasado veinte años de la última gran obra maestra de Martin Scorsese, desde entonces, y salvo algunos espasmos que rememoraban cierto estilo compulsivo, - "Infiltrados" - pero que no acababan de cuajar más allá de una sombra fallida, y un sabor a mainstream un tanto preocupante, el realizador neoyorkino encontraba mejor acomodo dando rienda suelta a su vena mitómana, en ejercicios de brillante cinefilia tales como "El Aviador", o la magistral "La invención de Hugo".

Una vez saciada esa ansia, y culminando en parte esa reinvención tan deseada, Scorsese tenía una deuda de sangre con sus más acérrimos defensores, pero sobre todo con aquellos que quisieron enterrarle antes de tiempo. Ahora si podemos decir con orgullo que el toro ha vuelto, esta vez en forma de lobo, y embiste, o en este caso muerde, con la misma rabia que antaño, igual que en aquella última maravilla genuina llamada "Casino".

Al menos en sus primeras dos horas, podemos como digo hablar de un retorno triunfal, esta historia sobre la codicia contiene todos los elementos reconocibles en el cine del director, aquí no hay mafiosos, pero sus personajes contienen la misma catadura moral que aquellos, en el fondo Wall Street no es más que un envoltorio en el que introducir esa clásica historia tan reconocible de ascenso y caída, que tanto gustan al maestro de origen italiano.

Su desenlace pierde ciertamente bastante empuje, porque entrega su discurso a una decreciente ola dramática, que por otro lado resulta necesaria, no es fácil atacar con destreza un guión tan complejo, compuesto por Terence Winter, creador y responsable de series tan prestigiosas como "Los Soprano" y "Boardwalk Empire", esta última, mano a mano con el propio Scorsese, productor de la misma.

A Leonardo DiCaprio hay que abrirle un merecido capitulo aparte, ya no creo que nadie se atreva a dudar de su talento a estas alturas, pero por si acaso, que den un buen repaso a su portentosa actuación que ofrece en la piel de Jordan Belford, un trabajo al límite que debe mucho a la influencia de Scorsese como escultor, en sus manos, el actor es arcilla moldeada e impregnada de gasolina, que explota en su mejor versión, radiante y sobrado a partes iguales.

Del resto del reparto, destaca Jonah Hill, que en esta ocasión pone su oronda figura como escudero al servicio de un nuevo Quijote, tras haber triunfado ya junto a Brad Pitt en "Moneyball". La breve pero intensa aparición de Mathew McConaughey al inicio, da pie a las posteriores sorpresas de Rob Reiner, director de "Misery" o de "Algunos hombres buenos", que interpreta de forma muy divertida y convincente al padre del protagonista, y de los también realizadores Jon Favreau y Spike Jonze. El contrapunto femenino lo pone la belleza hipnótica de una desconocida Margot Robbie, que imagino, presentara mejores credenciales para el futuro tras este papel.

Una orgía de sexo, drogas y desenfreno, que recuperan la energía de un autor que, a sus 71 primaveras, parece haber alcanzado por fin el merecido status de intocable, en el fondo todo se resume a saber vender bien el producto, una película no es muy diferente a un bolígrafo, si sabes ofrecérsela de forma adecuada al público, el éxito está garantizado.


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