El canadiense Denis Villeneuve puso su nombre en el mapa hace apenas un año gracias a "Prisioneros", un thriller psicológico electrizante, que recuperaba las mejores esencias de un género que alcanzó su cima en la década de los 90, gracias a títulos como "El silencio de los corderos" o "Seven", de las que era claramente deudora.

En la búsqueda de un estilo propio, ese que todo realizador ansía perfilar, Villeneuve ha vuelto para jugar en casa, y su mirada se ha instalado en el gran tótem sagrado de su país, el maestro David Cronenberg, del que ha tomado prestado ese universo kafkiano que tanto ha influido en la filmografía de tan destacado autor.

Por el metraje de "Enemy" transitan ecos películas como "Spider" o "Crash", tal es la influencia del imaginario de Cronenberg, pero aquí la diferencia está en que donde en aquellas todo era explícito y orgánico, para Villeneuve los demonios surgen de la propia conciencia humana, que se presenta atrapada en una vida monótona y repetitiva, que parece pedir a gritos un cambio, por muy tortuoso que este pueda resultar.

En el aspecto visual, destaca una fotografía helada, que asoma por un convincente filtro amarillo, que sirve como catalizador para una ciudad, Toronto, que se presenta casi deshabitada, entregada a un personaje fragmentado, obligado a enfrentarse a si mismo, en una lucha por comprender la propia razón de su existencia.

Capitulo aparte para un omnipresente Jake Gyllenhaal, que repite a las ordenes del director, un actor que no es para nada del agrado de quien os escribe, y eso que, seguramente, este sea su mejor trabajo. Ayuda mucho el concurso de dos actrices magnéticas, la francesa Mélanie Laurent, inolvidable Shosanna de "Malditos Bastardos", y la canadiense Sarah Gadon, que curiosamente, trabajo para Cronenberg en "Un método peligroso".

Para terminar, y citando el refranero popular, ningún mar en calma hizo grande a un marinero, pero quizá el océano de "Enemigos" se torna demasiado turbio para conectar con el gran público, su valor queda casi exclusivamente limitado a engrosar esa lista de títulos indescifrables, caracterizados por eternos análisis y discusiones varias. Un paraíso obsceno y profundamente ofensivo para los amantes de lo comercial, pero necesario para poner una nota diferente entre tanto cine convencional, por mucho que la sombra de lo pretencioso, planee acechando prácticamente desde el primer fotograma.


- Lo mejor: Dura 90 minutos y ofrece desasosiego a almas torturadas, una deliciosa forma de masoquismo.

- Lo peor: Se puede hacer insoportable con un estado de animo inapropiado.




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