En "24 Hour Party People", Michael Winterbottom nos presenta con una mirada analítica, certera y ciertamente mordaz, la escena que abarca desde los 80 hasta mediados de la década de los 90, que convirtió a Manchester en el centro cultural pop.

Como medio de comunicación se personifica en el genial Tony Wilson, afamado periodista, dandy subcultural y padrino entre otros, de grupos de la talla de Joy Division, A Certain Ratio, New Order o Happy Mondays.

Con estos ingredientes se va formando un falso documental que no trata de mediatizar al espectador, ni mitificar una escena que en muchas ocasiones se tildó de sobrevalorada, si no que le hace partícipe desde el mismo meollo de la movida Madchesteriana.

Destacan el excelente trabajo actoral de Steve Coogan (que hay que reconocer que está inmenso y eso que no es santo de mi devoción), la sobriedad que aportan Shirley Henderson y Paddy Considine y el sorpresón de disfrutar de la mimetización que realiza Sean Harris del fallecido cantante de Joy Division (y ángel caído del post-punk) Ian Curtis, con sus bailes espasmódico-epilépticos.

Una peli que empieza con imágenes de archivo de los Sex Pistols, The Jam, Iggy Pop y Siouxsie and the Banshees, pasa a conciertos de Stone Roses, guiños a The Fall, desmitificación del mito drogata de los Happy Mondays, y termina con la creación del movimiento Rave, donde el DJ es el más venerado, por encima de la música, no puede defraudar a cualquier melómano.

Post-punk, post-rock, Factory Records, Haçienda, drogas, conciertos míticos sin apenas público asistente, más drogas, la música electrónica como comunión de masas, el autobús de la droga, las raves, la violencia, los camellos, los tiros, muerte, sobredosis, más drogas...

Reflejo fiel de una época.

Peliculón.