Tras los problemas de producción sufridos por su anterior película, "Pat Garrett & Billy The Kid" (1973), en forma de supresión de casi veinte minutos de filmación por parte de James Aubrey (presidente de la MGM) por pasarse del presupuesto acordado (con el consecuente perjuicio artístico sobre el producto resultante), Sam Peckinpah consiguió para su siguiente proyecto el total control sobre la obra final.
Así se embarcó en el rodaje de "Quiero La Cabeza de Alfredo García" (1974), a juicio del autor de esta humilde reseña, la gran obra maestra de su filmografía junto a "Grupo Salvaje" (1969).

Se trata de una descarnada mezcla de su habitual expresión nihilista con un indudable componente lírico.

Peckinpah consigue transmitir con absoluta eficacia y admirable capacidad la sordidez que exudan progresivamente tanto la historia como la evolución de sus personajes en este film de atmósfera lúgubre, putrefacta, corrupta, con un progreso narrativo marcado por el humor negro, la brutalidad y un ambiente tosco y sudoroso en el que la violencia filmada al ralentí adquiere tintes desgarradoramente poéticos.

Warren Oates está sencillamente descomunal en su interpretación de un antihéroe desesperanzado y desesperado, un perdedor incurable inmerso en un viaje de liberación sin retorno, en una vorágine fatalista y autodestructiva.