La imposibilidad de sortear el fatal destino de un perdedor es la esencia temática sobre la que pivota esta gran película de Jules Dassin basada en una novela de Gerald Kersh, una joya de cine negro sublimada por su tono apesadumbrado y por una acentuada estética expresionista.

Es verdaderamente fenomenal el retrato realizado sobre la figura del protagonista, un desgraciado ratero que se mueve en los bajos fondos de la ciudad de Londres con la ambición de algún día dejar atrás su infeliz existencia de huida constante y conseguir al fin respetabilidad.

Dassin también delinea satisfactoriamente y con aspereza el ambiente heterogéneo y amoral en el que se desarrolla la acción, utilizando magistralmente un escenario nocturno y urbano que encarna el arriesgado presente y el funesto futuro del referido personaje central, interpretado por un Richard Widmark aprisionado en una telaraña de traición y codicia.

Lástima que el personaje de Gene Tierney no tenga una mayor repercusión en la trama, quedando prácticamente como anecdótico. De todas formas estamos ante una película extraordinaria, seguramente la gran obra maestra de Jules Dassin.