Otra de las obras imprescindibles de Howard Hawks, significada por una de las mejores interpretaciones de John Wayne, quien encarna a un hombre honesto pero caprichoso y despótico, que se ha labrado una existencia feliz a pesar de vivir con el lastre de un pasado sentimental poco afortunado.

Con el apoyo de un espléndido guión de Borden Chase y Charles Schnee adaptando un relato del primero, Hawks enfrenta en un penetrante estudio psicológico al personaje de Wayne con su hijo adoptivo (magnífico Montgomery Clift en su debut cinematográfico), un joven rebelde que adopta posturas contrarias a las de su padre, suscitando en su interacción un conjunto de emociones planteadas de forma dolorosa para ambos.

El tratamiento dado a las sensibilidades enfrentadas en un progreso magistral de personajes, la madurez en el desarrollo de las relaciones descritas, así como el ejemplar balance narrativo y el abrumador sentido visual de la odisea aventurera de los protagonistas, son elementos que ya justifican por si solos la consideración casi unánime que se tiene sobre Hawks como uno de los más grandes directores que ha dado Hollywood en toda su historia.