Uno de los grandes hitos de la historia del cine español. La mejor película de Juan Antonio Bardem junto con "Calle Mayor" (1956) y la terriblemente infravalorada "Nunca Pasa Nada" (1963).

En este soberbio drama psicológico de tono fatalista con tintes negros y huellas neorrealistas, Bardem se centra en el egoísmo y en la disyuntiva moral de una pareja de amantes clandestinos, temerosos de ser descubiertos tanto en su adulterio como por la comisión involuntaria de un asesinato al atropellar accidentalmente a un ciclista.

El director madrileño, mediante una estética muy cuidada y llamativa en la que sobresale un extraordinario uso del montaje y una perfecta planificación de la puesta en escena, incide de manera magistral en la progresiva obsesión y zozobra emocional de los protagonistas, rodeados de las actitudes fariseas e hipócritas de la acomodada sociedad burguesa a la que pertenecen.

En una clara metáfora sobre la encorsetada sociedad franquista y la necesidad de liberarse de sus limitaciones y códigos morales, el personaje de Alberto Closas comienza a sentir un cada vez más fuerte deseo de expiar su culpa por el crimen cometido, guiado por un profundo descontento vital con todo ese ambiente que le rodea, lleno de falsas apariencias y que le lleva a experimentar la necesidad de desligarse de su pasado y conocer a otra gente, vivir diferentes experiencias y descubrir nuevos horizontes existenciales en los que encontrar la auténtica felicidad.

Además de la gran interpretación de Closas, destaca el trabajo actoral de una bellísima Lucía Bosé haciendo de femme fatale en su primera película en España.
También está fantástico Carlos Casaravilla como crítico de arte de actitud inquietante y turbadora.