Este meritorio western psicológico con dirección de William Wellman supone un loable alegato contra la pena de muerte, producido y escrito por Lamar Trotti basándose en una novela de Walter Van Tilburg Clark.

La impresionante estética visual es lo más destacado de este breve film de Wellman, con una extraordinaria fotografía de Arthur C. Miller. La sublime composición de planos con asombrosos encuadres de enorme expresividad es un auténtico prodigio, al igual que la espléndida construcción de escenas en la que llama la atención la compleja distribución del espacio y la brillante colocación de los personajes en el mismo.

La película ofrece diversos puntos de vista sobre asuntos de relevancia jurídico-social, transmitiendo con eficacia su postura contraria a la injusticia penal y señalando el peligro que supone el dejarse llevar por una multitud imprudente e irracional, remarcando claramente la diferencia entre aplicar la legalidad de forma objetiva y actuar conforme a los sentimientos de venganza y/o afirmación personal.

En la piel de los tres sospechosos tenemos a Francis Ford (hermano de John Ford), Dana Andrews y Anthony Quinn, los dos últimos en plena escalada hacia el estrellato.