Buena película, con buenas actuaciones (excluyendo obviamente a don Hugh Grant, que actúa de la única manera en que sabe hacerlo), y una preciosa propuesta escénica.
Quizás sea cierto, como dicen algunos usuarios, que en algún momento se alarga más de la cuenta, pero más allá de la historia relatada, es interesante notar como se presentan los conflictos y la transición de la sociedad Inglesa del siglo XIX. La película muestra de manera notable, a partir de infinitos detalles que configuran un conjunto, a la sociedad aristocrática de la época, y a una creciente influencia liberal o moderna. En el campo inglés los trabajadores son esclavos (figura del sirviente de la casa), las conversaciones sociales están llenas de formalismos y de un cinismo abismante, con muchos temas que no deben ser hablados en público. La comunicación se efectuaba a través de otros códigos, existía siempre una “verdad evidente” que se invisibilizaba en la interacción social, pero que se discutía en los pasillos (Si las paredes hablaran). La familia representaba el único refugio de relativa libertad, donde se podía hablar sin las caretas sociales.
Algunos personajes vienen a romper los esquemas de esta realidad, asociados ya sea con el romanticismo o con la modernidad de la creciente sociedad burguesa, que maneja una sensibilidad y un lenguaje diferentes. Así, se rompen los formalismos, aunque el peso de la tradición siempre se presentará, de alguna u otra manera.
Las protagonistas se relacionan también con una dupla particular, decadente (un hombre que vive con su suegra) y que han optado por salirse de todas las reglas formales, hablar sin tapujos. Las conocen, las usaron en sus tiempos, pero ya no le dan importancia.
Por eso, a través de distintas maneras, se ponen en contraposición dos lenguajes diferentes, dos maneras de comunicación que hacen de esta película una muy buena propuesta cinematográfica.