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Voto de Adrián Esbilla:
3
Intriga. Drama Georges es el típico burgués: presenta un programa literario en televisión y lleva una vida acomodada con su mujer y su hijo adolescente. Pero, de repente, empieza a recibir unos paquetes anónimos que contienen cintas de vídeo, grabadas desde la calle, y unos dibujos inquietantes cuyo significado es un misterio. No sabe quién se los envía; pero las secuencias que aparecen en las cintas son cada vez más personales, lo que parece indicar ... [+]
7 de noviembre de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película lamentablemente desperdiciada aunque no carente de interés en la que Haneke, al igual que otros directores de "qualité" antes que él, usa un género popular no desde la modestia y el conocimiento de los códigos sino desde la fatuidad de quien se considera por encima del mismo. Una premisa argumental espléndida y con logrados momentos de inquietud (aunque eso sí, robada de la "Carretera perdida" de David Lynch) acaba extraviándose a mitad del pomposo camino, entre interminables planos del vacío (la película abusa sin remisión del plano medio y general estático hasta lograr el efecto inverso de lo que pretende) que retratan simplemente eso, el vacío. La trama comienza a alargarse en exceso, pasando de la paranoia y el desasosiego a un batiburrillo de ideas sobre la deshumanización de la sociedad moderna, el racismo subyacente, la pérdida de sabe dios que (atención al plano sostenido de un informativo, de un simplismo que ruboriza) y la incomunicación que ya aburría cuando Antonioni era moderno. La película acaba por despeñarse en un tercio final que ya pone a prueba el aguate del espectador (todo el final bordea el ridículo con su hermetismo y de regalo contiene un desnudo más gratuito que los de Nadiuska). Lástima del buen hacer de Juliette Binoche y sobre todo de Daniel Auteuil, uno de esos actores verdaderamente infalibles, o de la manera en que se dilapida todo el espléndido inicio del acoso junto a escenas y encuadres de conseguida potencia (magistral la tensa escena del ascensor) incluso se desvirtúa la idea de un director demiurgo que manipula la ficción desde dentro para desencadenar el drama de un modo perverso quedando sepultada por una narración que se finge rigurosa y no resulta más que encantada de conocerse y repleta de todos los malos tics de autor que se cree importante.
Adrián Esbilla
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