Martin Campbell volvió a ponerse tras las cámaras para ofrecernos una innecesaria secuela que nos mostró básicamente lo mismo que su antecesora.
Antonio Banderas repite su papel protagonista al igual que Zeta-Jones. Ambos tienen discrepancias en su matrimonio que hacen que se separen.
El hijo de ellos demuestra que posee los genes de sus padres, ya que se le ve a la legua el espíritu de un futuro justiciero.
El guion es muy similar al del film original. Eso sí, en esta ocasión el Zorro aparece más. Y las escenas en las que sale resultan entretenidas. No obstante, repetir la misma fórmula no es suficiente. Y es que ambos trabajos son tan parecidos que la secuela que nos ocupa no aporta prácticamente nada nuevo a lo que ya conocíamos.
El villano está muy bien interpretado por Rufus Sewell, que nos vuelve a demostrar lo bien que se le da hacer de malo de la película.
La historia no es mala, pero tampoco es destacable.
Los duelos de esgrima son pasables mientras que los momentos de comedia no están mal en general.
Las actuaciones son todas buenas, aunque se echa de menos la presencia de Hopkins durante la película. La música sigue funcionando a la hora de emocionarnos. La parte final es lo mejor, pues en este tramo el nivel de tensión aumenta. Aparte de que apreciamos un clímax que está muy bien rodado.
Un film que pese a ser ligeramente inferior al anterior, entretiene en todo momento y prosigue con las épicas aventuras del Zorro de un modo muy digno.