La saga de Noche en el museo alcanza su final con esta tercera y última entrega, que es mejor que la primera e igual de buena que la segunda. La tercera parte de Noche en el museo es una película entretenida, que sabe muy bien repartir dosis tanto de humor como de aventuras, y si a todo eso le añadimos el gran aliciente que supone el hecho de ser el fin de una serie de films contamos con un final emocionante a la vez que triste.
Aquí la trama es la siguiente; Larry debe averiguar el motivo del deterioro de la tabla mágica que está provocando que los amigos del prota estén perdiendo la magia que les hace cobrar vida. De modo que para impedir que tal suceso llegue a completarse Larry junto a varios de sus amigos de Nueva York viajan hasta Londres para adentrarse en el museo de la capital inglesa y descubrir la clave que salve todas las exposiciones.
El guion es de lejos el mejor que ha dado la saga. Por fin se nos profundiza más sobre la tabla, la cual es la clave de todo. Vemos escenas con unos buenos efectos especiales, así como ciertos momentos de acción en algunas partes.
La historia adquiere un ritmo más vertiginoso y movido que en las anteriores.
Lo que sí se echa en falta aquí es un villano, cosa que la cinta no tiene.
A lo largo de la producción aparecen criaturas inimaginables cuyo diseño está muy chulo.
Esta fue si no me equivoco la última peli de Robin Williams (que en paz descanse) volviendo a su papel de Teddy.
Bueno amigos. En el primer metraje no salimos de Nueva York, en el segundo nos fuimos a Washington y en este tercero Londres es nuestro escenario. Una trilogía que merece la pena de verse si lo que buscas es aventura, fantasía y comedia. Todo aquello lo tienen las 3 películas que conforman la saga de Noche en el museo. Te hará pasar buenos y agradables momentos y son especialmente muy adecuadas para verlas en familia por la noche después de cenar.