Como ya he dicho en muchas ocasiones yo soy muy de Steven Spielberg. Me encanta la mayoría de pelis que ha dirigido, incluso aquellas que han sido menos valoradas. Y pese a que no he tenido la gran suerte de ver todas, aún no he encontrado ninguna de su filmografía que sea mala. Evidentemente hay unas mejores y otras peores, pero no conozco a ningún otro cineasta que cuente con más obras maestras que el rey Midas. Esta producción cuenta con una gran historia y una mejor todavía banda sonora. Sin embargo no puedo decir lo mismo con respecto al guion, que en mi opinión no es demasiado brillante. Y que conste que la idea que enfoca es muy buena, lo que me fastidia en parte. El concepto que fomenta la película es la amistad, pues con esa unión que refleja entre el pequeño Elliot y el curioso alienígena perdido demuestra el camino que el argumento va a seguir. Hasta la última parte el metraje no se siente como debería, es decir que no transmite ese drama de ciencia ficción que nos vende desde un primer momento. Ahí es donde uno ve que la peli falla. Prácticamente en el nudo de la historia. Por fortuna la cinta hace el esfuerzo de recuperar esa tristeza con un final que sin ser tan emotivo, logra verse con buen grado de sensibilidad. Lo mejor del filme es la extraordinaria banda sonora del mítico e inmortal compositor John Williams, a quien también tengo en muy alta estima, lo cual no es para menos. Mi máximo aprecio para el que posiblemente sea el mejor compositor de la historia del séptimo arte. ¡Viva a John Williams!. Del reparto me quedo con el chico que hace de protagonista ( Henry Thomas) y con Drew Barrymore, que aquí tenía muy pocos años de edad.