Pese a no estar basada en hechos reales, la película de Peter Weir ofrece una historia muy realista que se aleja de la típica aventura naval a la que estamos acostumbrados. De modo que esta emocionante travesía es perfectamente posible debido a que en ella no hallamos fantasías ni cosas ficticias. Además, durante todo el tiempo, el tono es serio y elegante. Algo que juega muy a su favor. Los diálogos son muy correctos y la química entre todos los personajes que están a bordo del barco es ejemplar. La fotografía es perfecta. Respecto a la trama, pues es entretenida y cuenta con pasajes muy bien rodados. Es realmente asombrosa la fuerza que posee el océano. Un día está en calma total y al siguiente parece el mismísimo infierno con esas tempestades capaces de hundir grandes embarcaciones. Me ha llamado la atención ver a niños en la tripulación que se comportan como adultos. Esa valentía es muy digna de mención, ya que no es común verla en gente tan joven. Otro acierto a resaltar es lo bien que refleja el filme el comportamiento humano. No quiero dar detalles al respecto, pero insisto, ojo con eso. Tal vez carezca de la épica que tanto nos emociona. Sin embargo, en general se trata de una más que decente cinta de aventuras marinas.