Se supone que esta película está basada en una historia real. Sentir cuando subes a la superficie del mar después de estar practicando submarinismo con tu compañero/a tan plácidamente y encontrarte con que no está ni el barco en el que viniste ni tienes a nadie lo suficientemente cerca como para pedirle ayuda, en otras palabras, estás perdido con otra persona en medio del océano... Y no solo eso, sino que además estás justamente en unas aguas plagadas de tiburones, que aunque no los veas, sabes que están ahí. Y todo esto sin mencionar que no dispones ni de comida ni agua, por lo que tus posibilidades de sobrevivir son muy bajas. La película en un principio parece un documental porque su comienzo es de dicho estilo, pero poco a poco el terror llega y no sólo por los tiburones. Te das cuenta de que las horas van pasando y no aparece absolutamente nadie que pueda socorreros. El terror crece a medida que los minutos transcurren y al estar en el mar no puedes dirigirte a ningún sitio porque la corriente es la que te arrastra. Entonces, llegan los tiburones, que aunque estén sumergidos, los sientes al rozarlos con tu cuerpo. Durante la tormenta sientes lástima por aquella pareja porque todos sabemos que nunca nos quisiéramos ver en una situación así o similar. Es una verdadera pesadilla. Pasar varias noches seguidas en el mar debe de ser un infierno aterrador. La cinta refleja a la perfección la angustia, el drama, lo escalofriante que es vivir eso.