Sin ser muy llamativa, esta película no solo consigue engancharte durante todo su visionado, sino que también logra provocarte el mismo sufrimiento por el que pasa su protagonista. Clive Owen interpreta a un hombre casado y con una hija que sufre de diabetes tipo 1. Él es un ejecutivo que coge el tren todas las mañanas para ir a su oficina. Todo cambia cuando conoce a una guapa mujer que se ofrece a pagarle el pasaje en una ocasión. Desde entonces su vida pega un revolcón inesperado que provoca que esta se tambalee. La tensión de la cinta va incrementándose mediante situaciones que no dejan de poner al prota entre la espada y la pared. Además dichas situaciones no paran de producirse para desgracia de nuestro querido Clive. No obstante, el caso es más impredecible de lo que parece en un principio y la cosa cuando aparenta ir hacia una dirección, en realidad va hacia otra, cosa que se agradece a la hora de encontrarse con un argumento más sólido. La trama sorprende gracias a un giro que pocos se lo esperan. Aun así, el resto del filme funciona bien por el buen manejo de la tensión, que lo único que hace es crecer y crecer. Ante las dificultades que acosan al personaje principal, el espectador no puede hacer otra cosa que sentir empatía por él. De todas formas el actor inglés como siempre realiza un buen trabajo en líneas generales, y eso que no es su mejor actuación, pero como ya he mencionado, Owen no suele decepcionar a nadie en ninguna ocasión. De los otros miembros del reparto destaco a Vincent Cassel, quien es el más hijo de p* de todos los que salen, que no son pocos, y Jennifer Aniston, a quien me sorprende ver en un papel más serio de los habituales que suele hacer.